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MALDITO BULO

Qué sabemos sobre las 'comidas trampa' en una dieta: no hay evidencias de su eficacia y pueden estar relacionadas con trastornos del comportamiento alimentario

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Como sabemos que septiembre es el típico momento de replantearse algunos hábitos y, en muchos casos, de perder un poco de peso, nos habéis preguntado qué dice la ciencia de los cheat days o cheat meals, que son días o comidas dentro de una dieta de adelgazamiento en los que nos damos permiso para saltárnosla y comer lo que queramos, a menudo, alimentos insanos o altamente calóricos. ¿De verdad son útiles esas comidas trampa? Os contamos lo que sabemos.

En teoría hay dos motivos principales por los que se incluyen comidas o días trampa en una dieta. El primero sería evitar que el cuerpo entre en modo ahorro. Se supone que, tras un periodo de adaptación, nuestro metabolismo identifica que hemos reducido la ingesta calórica y se ralentiza, de forma que reduce la quema de calorías y frena la pérdida de peso. Algunos defensores de los cheat meals aseguran que dando al cuerpo un extra de calorías de vez en cuando se evita que esto ocurra y el cuerpo sigue manteniendo su ritmo habitual. Según la nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles, de momento “este efecto se está estudiando, pero no está avalado por la evidencia científica”.

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El otro tiene que ver con las consecuencias psicológicas de hacer una dieta y las dificultades que tiene hacer un cambio de hábitos radical en nuestra alimentación, mayores cuanto más estricta sea esa dieta. Aquí la idea es que planificar periódicamente momentos en los que poder saltársela ayuda a mejorar la adherencia, es decir, a mantener esos hábitos por drástico que sea el cambio.

Sin embargo, precisamente sobre los efectos psicológicos de las comidas trampa advierte específicamente Robles: “Por el planteamiento que supone de restricción seguida de sobreingesta, se está empezando a investigar su relación con el desarrollo de trastornos del comportamiento alimentario”.

Respecto a esto hay pocos estudios específicos todavía, pero sí se han hecho ya algunas investigaciones. Una de ellas, publicada en el International Journal of Eating Disorders en 2017, se centró en analizar la composición de los cheat meals a partir de las imágenes publicadas en redes sociales y encontró que la mayoría de ellos (54,5 %) contenían raciones muy grandes de alimentos de alta densidad calórica (71,3%), cuya ingesta se correspondería con episodios de atracón. Además, nos cuenta la nutricionista, en las publicaciones “se idealizaba la sobreingesta, se establecía un compromiso con el fitness y un sistema de recompensa en torno a la dieta y el fitness”.

El problema de fondo no es solo su eficacia, sino en qué tipo de dietas suelen incluirse estas estrategias de comida trampa: “Aunque para algunas personas puede mejorar la adherencia a una dieta restrictiva y actuar como motivador, el propio planteamiento de estas dietas va en contra de lo que se considera una dieta saludable, que es la que mantiene el estado de salud y reduce los riesgos de desarrollar enfermedad y que puede mantenerse toda la vida.”

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