Dicen que, si no tienes arrugas, 'es que no te has reído lo suficiente' y, aunque no hayamos sacado esta afirmación de un paper sobre dermatología ni la haya pronunciado un experto en la materia, lo cierto es que lleva algo de razón. Esta semana nos habéis preguntado el porqué de las arrugas faciales, cómo se crean estas marcas de la piel. Lo cierto es que hay varios factores que intervienen en el proceso, en especial los gestos y expresiones de la cara, sobre todo si se repiten y mantienen en el tiempo (de ahí el haber o no reído lo suficiente), el aumento de laxitud de los ligamentos que sostienen las zonas del rostro donde se acumula la grasa y la composición de la propia piel.
Por todo ello, para explicar el porqué de determinado pliegue facial, “habría que ver de qué tipo de arrugas hablamos”, como puntualiza Inés Escandell, dermatóloga estética, parte del equipo de Dermotheque y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. “Lo normal es que en edades tempranas, entre los 25 y los 30 años, empiecen a formarse arrugas dinámicas,perceptibles solo durante el tiempo que dura una determinada expresión. Es lo que ocurre cuando se ven esas marcas en la frente al levantar las cejas o en el entrecejo al fruncir el ceño”, explica la experta.
Es a partir de entre los 30 y 35 años aproximadamente cuando esas arrugas comienzan a marcarse sin necesidad de gesticular. En ese caso, ya no nos referiremos a arrugas dinámicas, sino estáticas: las permanentes que se han ido formando por las expresiones de nuestra cara durante años. Es por eso por lo que, en palabras de Escandell, suelen coincidir “con esas líneas de movimiento”, como sucede en el surco nasogeniano (el ‘pliegue’ entre la nariz y las mejillas que rodea la boca) o las marcas que recorren la zona de los labios hasta la el mentón (líneas de marioneta).
Hay otro tipo, las que se originan al dormir, como las arrugas verticales de la frente, alrededor de la nariz o en el escote si descansamos de lado. “Al dormir, puede que pleguemos la piel de alguna de estas zonas. Si mantenemos ese pliegue durante muchos años, al repetir la postura, al final ocurre lo mismo que en el caso de las arrugas de movimiento”, señala Escandell.
Pero, ¿es solo culpa de la repetición? ¿Únicamente de reir o el enfurruñarnos con frecuencia, haciendo que nuestra cara se haga eco de ello? ¿De ser fieles a la misma postura al descansar? No, también de la laxitud de los ligamentos de la zona (arrugas gravitatorias) y de la composición de la propia piel, que pierde fibras de colágeno y elastina con los años.
Por un lado, los ligamentos que mantienen la grasa profunda de nuestra piel van perdiendo tensión, se van volviendo cada vez más laxos: “De niños, la grasa que tenemos en la cara está muy bien distribuida, en su sitio. Con el tiempo, se va desplazando hacia abajo, debido a la pérdida de tersidad de los ligamentos que sostienen estos compartimentos grasos (las zonas de la cara donde tenemos dividida la grasa)”, indica Escandell.
Por otro, al envejecer, la piel va perdiendo fibras de colágeno y elastina y con ello esa capacidad de volver a la situación original cuando cesa la fuerza que la ha desplazado (el gesto o la postura, por ejemplo).
En definitiva, con la edad, la piel “ya no es tan elástica”. “En cualquier movimiento repetido en el tiempo, la piel tiende a adoptar esa nueva posición, tanto por repetición como por pérdida de elasticidad, haciendo que se marquen las arrugas” en este caso, mixtas, concluye la experta.
También factores como la exposición a luz ultravioleta o el tabaquismo pueden adelantar y aumentar la aparición de arrugas en el rostro, como señalan tanto el Instituto Nacional Sobre el Envejecimiento (NIA, por sus siglas en inglés) de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos como la Clínica Mayo.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Inés Escandell.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 24/08/2021