Algunos pacientes que han padecido la COVID-19 siguen con tos, falta de aire o cansancio meses después. ¿Se trata de síntomas persistentes o son más bien secuelas que experimentan una vez pasada la enfermedad? Os contamos lo que sabemos al respecto.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) utiliza un nuevo término para definir la presencia de síntomas que comenzaron en la fase aguda y se mantienen durante meses: la COVID-19 persistente.
La SEMG define este concepto como “el complejo sintomático multiorgánico” que afecta a aquellos pacientes que han padecido la COVID-19 (con diagnóstico confirmado o sin él) y que permanecen con síntomas tras la fase aguda de la enfermedad, persistiendo estos pasado un tiempo. Estos síntomas son muy variados: van desde tos o falta de aire a fatiga, dolor de cabeza, pérdidas de memoria o diarrea.
Aunque la SEMG ha sido la primera sociedad científica que ha acuñado una definición de COVID-19 persistente, los que primero empezaron a utilizar este término fueron los propios afectados.
“Pasamos las primeras semanas en casa esperando que en unos 15 días los síntomas desaparecieran, pero no lo hicieron”, cuentan a Maldita Ciencia desde los colectivos autonómicos de afectados por la COVID-19 persistente.
Lorenzo Armenteros del Olmo, portavoz COVID-19 de la SEMG, explica a Maldita Ciencia que se trata de una enfermedad nueva en la que aún faltan por definir y conocer muchos de sus términos.
Mientras tanto, en un artículo de la revista científica British Medical Journal se utiliza el término long COVID (COVID prolongado) para describir la enfermedad en personas que se han recuperado de la COVID-19 “pero que aún informan de efectos duraderos de la infección o que han tenido los síntomas habituales durante mucho más tiempo de lo esperado”.
El Ministerio de Sanidad ha publicado una infografía en la que explica qué es la COVID-19 persistente. "Es un síndrome que se caracteriza por la persistencia de síntomas de COVID-19 semanas o meses después de la infección inicial, o por la aparición de los síntomas tras un tiempo sin ellos", indica. Según explica, una de cada cinco personas tiene algún síntoma cinco semanas después de la infección y aproximadamente una de cada 10 aún lo experimenta después de 12 semanas. **
Mujer de mediana edad que no ha pasado por el hospital: este es el perfil de los afectados por la COVID-19 persistente *
La SEMG, en colaboración con diferentes colectivos autonómicos de pacientes afectados de Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía y Valencia (Long Covid ACTS) está llevando a cabo una investigación al respecto. En su fase inicial, han recopilado más de 2.000 respuestas con una encuesta anónima y estiman que las cifras de afectados podrían estar entre el 10% y el 30% de los que padecieron la enfermedad. Armenteros calcula que en España podría haber más de 50.000 afectados.
La encuesta concluye que la mayoría de afectados son mujeres de mediana edad (con una media de edad de 43 años). Una revisión publicada en Nature Medicine confirma que la COVID persistente parece ser más frecuente en mujeres que en hombres. Además, algunas investigaciones señalan que los niños también pueden experimentar síntomas persistentes similares a los de los adultos.
Gema Lledó, adjunta del servicio de enfermedades autoinmunes y sistémicas del Hospital Clínic de Barcelona, lleva la consulta Long Covid. Según explica a El País, "el 80% de los pacientes son personas que pasaron la infección en casa, no son los casos más graves". "Te cuentan que la enfermedad ha sido como un tsunami y que les ha dejado con claras limitaciones en su vida cotidiana, incluso han tenido que dejar el trabajo”, relata.
La difícil diferenciación entre síntomas persistentes y secuelas
Pero, ¿qué diferencia hay entre la COVID-19 persistente y una enfermedad curada pero con secuelas largas? Según Armenteros, “en la COVID-19 persistente no podríamos considerar que los síntomas se convierten en secuelas”. El experto indica que las secuelas aparecen como una alteración duradera o permanente de una lesión o como consecuencia de una enfermedad, un traumatismo o una intervención quirúrgica.
Pero en la COVID persistente lo que ocurre es diferente: “Los síntomas propios y que caracterizan la enfermedad permanecen con la misma intensidad e incluso pueden aparecer otros nuevos, una vez que ha transcurrido el tiempo considerado como el habitual en este proceso (entre 11 y 14 días). En este caso no se cumple este tiempo y permanecen durante meses”.
Por su parte, José María Molero, portavoz de enfermedades infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), cuenta a Maldita Ciencia que es difícil establecer una diferenciación entre la COVID persistente y una enfermedad curada con secuelas: “La diferencia va a depender de la duración y de si finalmente estos síntomas acaban desapareciendo”.
Según cuenta, cuando unos síntomas que estaban desde el principio de la infección no desaparecen en un tiempo se empiezan a considerar secuelas. ¿Ese tiempo cuánto es? “No se ha establecido todavía”, responde Molero.
La PCR negativa no tiene por qué indicar que los síntomas pasen a ser secuelas
Para detectar si estamos ante un caso de COVID-19 la prueba que suele emplearse es la PCR, que detecta la presencia del coronavirus SARS-CoV-2. Molero explica que la PCR no es un marcador de COVID-19 persistente ni de secuelas. Coincide con él Armenteros, que indica que no podemos considerar la PCR negativa como inicio de la COVID-19 persistente.
Además, recuerda que un porcentaje de afectados comenzó con síntomas en los primeros momentos de la pandemia, cuando las PCR escaseaban. “Fueron diagnosticados y cumplieron el aislamiento como enfermos sin haberles realizado pruebas confirmatorias de la enfermedad. Actualmente, algunos siguen padeciendo síntomas y, en la gran mayoría de casos, la PCR se ha negativizado hace mucho tiempo y muchos de ellos tienen una serología negativa, es decir, no tienen anticuerpos de la enfermedad”, indica.
Pero entonces, ¿cómo se sabe que la COVID-19 sigue activa y no son secuelas lo que presentan? “Por el propio hecho de seguir con síntomas, y que estos síntomas, por su propia definición, no podemos llegar a clasificarlos como secuelas”, responde el portavoz de la SEMG.
Tos, falta de aire o cansancio: los síntomas más persistentes
Juan María Herrero, médico internista y vocal de comunicación del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), explica a Maldita Ciencia que entre los síntomas persistentes más frecuentes están la fatiga o el dolor de cabeza.
“La falta de aire también es frecuente, pudiendo ser ocasionalmente grave, impidiendo realizar las actividades de la vida diaria que antes de la infección se realizaban sin dificultad. Incluso hay quienes necesitan tratamiento con oxígeno en domicilio”, añade.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia ha elaborado una infografía que recopila los síntomas persistentes más frecuentes. Entre ellos están la tos y también síntomas neurológicos (pérdidas de memoria o niebla cerebral) circulatorios (hipertensión o taquicardias) o digestivos (diarrea o reflujo).
Además, Armenteros subraya que suele ser común el cansancio “casi extremo”. Este síntoma “imposibilita la realización de cualquier actividad ordinaria, alterando su vida desde el entorno familiar hasta el laboral, lo que agrava el problema ya que a las manifestaciones sintomáticas se añade el efecto sobre su esfera emocional, provocando estados ansiosos e incluso depresión”.
Estos síntomas pueden ocurrir incluso en gente previamente joven, sana y deportista y llegar a ser realmente incapacitantes durante semanas o meses, según Herrero. Por el momento, se desconoce el tiempo que pueden durar estos síntomas: “Si determinadas alteraciones funcionales u orgánicas en algunos pacientes son permanentes solo lo sabremos con un seguimiento y estudio de los pacientes a más largo plazo”.
La experiencia con pacientes es muy variada, según Armenteros. “Por lo general los síntomas tienden a la curación y van desapareciendo en número e intensidad. Pero en algunos casos esto no ocurre y el proceso que iniciaron en marzo o abril continúa, estando sintomáticos, y con síntomas que fluctúan. Es decir que unos días se muestran con más intensidad y en otros se reduce la misma. Esta fluctuación de los síntomas es una característica que identifica a la COVID persistente”, indica.
* Actualizado el 18 de enero de 2021 con información sobre el perfil de los afectados por la COVID-19 persistente.
** Actualizado el 16 de marzo de 2021 con una infografía del Ministerio de Sanidad sobre la COVID-19 persistente.
“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.
Primera fecha de publicación de este artículo: 29/10/2020