No importa las veces que se haya topado, conversado o incluso hecho planes con una persona ni que esta sea un familiar, un amigo o una compañera de trabajo: hay quienes, por mucho que se enfrenten a una misma combinación de rasgos, a una cara determinada (puede que hasta a su propia tez), no son capaces de reconocerla a posteriori. Hablamos de pacientes con prosopagnosia o ceguera facial, un trastorno neurológico que dificulta la habilidad de distinguir una cara conocida y que puede darse con o sin daño cerebral.
La prosopagnosia suele afectar a quien la sufre desde el nacimiento y normalmente es una dificultad con la que la persona tendrá que lidiar toda la vida, según explica el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés). Sin embargo, hay casos en los que una persona puede sufrirla tras haber experimentado un daño cerebral, como un derrame o una lesión.
A pesar de que la persona con ceguera facial sabe que lo que está viendo es una cara, al haber perdido la conexión entre lo que ve y la parte de la memoria que se dedica a la identificación, no puede reconocerla. El porqué reside en la dificultad para distinguir los rostros: estos aparecen difuminados y sin rasgos distintivos, lo que provoca que todos se perciban como si fueran iguales.
¿Cómo distinguen, entonces, a su interlocutor? “Lo que hacen son reconocimientos deductivos por el tono de voz, el color del pelo, las gafas, la ropa... Pudiendo llegar a no ser conscientes del problema que tienen”, señalan los autores de un caso clínico publicado en 2013 en la Revista Científica de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica.
Eso sí, “el reconocimiento de expresiones se mantiene, pudiendo así saber si la cara expresa alegría, tristeza o ira”. “También detectan el sexo, la edad y la raza e incluso distinguen las caras que les parecen atractivas de las que lo son menos”, añaden los invetigadores en el artículo.
Como explicaba el vicepresidente y responsable del Área de Relaciones Institucionales de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Jesús Porta Etessam, en CuídatePlus, “si la cara tiene un elemento llamativo, por ejemplo, una verruga, una nariz extremadamente grande o un bigote, las personas suelen ser capaces de reconocer la cara, pero no por el conjunto [...] sino por ese elemento aislado”. Para que esto ocurra, eso sí, el ‘detalle’ debe ser muy característico.
Por motivos obvios, esta situación puede llegar a tener un gran impacto en la vida diaria de quien la sufre, desde obligándola a esquivar la interacción social a desarrollar, incluso, un trastorno de ansiedad social, el miedo abrumador a las situaciones sociales.
El objetivo final para facilitar que estos pacientes sobrelleven el trastorno es tratar de ayudarles a través del entrenamiento de estrategias para hacer frente a distintas situaciones.
“De esta forma se van acostumbrando y aprenden poco a poco qué gente se van a encontrar en cada uno de los círculos a los que acuden”, señalaba a CuídatePlus Joan Ferri, director general de Vithas NeuroRHB. “Para eso también se puede pedir a su círculo más cercano que siempre se presente y diga su nombre cuando se encuentre con la persona con prosopagnosia, así como evitar reuniones muy concurridas”, añade.