Nos habéis consultado si es cierto que "la farmacopea está testada en hombres y son para curar a hombres. No se han probado en mujeres" como dijo Beatriz Gimeno, actual diputada de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid y actual directora del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, en un vídeo viral grabado en unas Jornadas de Teatro y Feminismo que se llevaron a cabo en marzo de 2016 en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid.
Este asunto ha sido abordado por la comunidad científica y aunque en los últimos años se han puesto en marcha iniciativas para intentar corregirlo, hay numerosas evidencias de que tradicionalmente los fármacos sólo se han probado en hombres y animales machos, y de que su efecto es distinto en hombres y mujeres.
Ensayos sesgados por el género
La Organización Panamericana de la Salud, afiliada a la Organización Mundial de la Salud, publicó en 2010 un documento en el que afirmaba que "durante decenios, en la investigación y los ensayos clínicos de tratamientos y medicamentos recetados a los hombres y las mujeres participaron solo hombres. Sin embargo, es un error suponer que las mujeres y los hombres perciben la enfermedad y reaccionan a los medicamentos de la misma manera". Un estudio de 2014 consideraba que en España "las mujeres siguen infrarrepresentadas en los estudios clínicos".
Un ejemplo de ello es una investigación publicada en 2012 e iniciada en 1999 con 14.641 hombres y 0 mujeres que concluyó que un suplemento diario de varias vitaminas reduce el riesgo de sufrir cáncer en hombres. Otro estudio publicado en 1989 concluyó que una dosis diaria de aspirina reduce el riesgo de tener infartos de miocardio. Este estudio se realizó con 22.071 participantes, todos ellos hombres. Los propios autores concluyeron que "no hay evidencia directa del papel de la aspirina en la prevención primaria de la enfermedad cardíaca en mujeres".
En el caso de estudios sobre enfermedades cardíacas, las mujeres no llegaban al 20% en los ensayos clínicos sobre la administración de estatinas para la cardiopatía isquémica y "la mayor parte de la información que manejamos de enfermedad cardiovascular en la mujer proviene de registros donde las mujeres suponen menos del 30% de la población analizada", explica un estudio de la Sociedad Española de Cardiología.
"Se investiga muy poco sobre el impacto de las diferencias de género en las enfermedades neurológicas. Además se reclutan menos mujeres en los ensayos clínicos internacionales, por lo que se tiene menos información farmacológica y se retrasan las contribuciones científicas de personas cualificadas y con talento. Esto, sin duda, puede afectar al progreso de la investigación en neurología", ha explicado a Maldita.es una portavoz de la Sociedad Española de Neurología.
La investigación animal también se ha centrado en machos
La exclusión de sujetos femeninos en la investigación no ocurre sólo en ensayos con humanos. El análisis de la investigación en mamíferos en diez campos biológicos en 2009 encontró que el sesgo masculino "era evidente en ocho disciplinas y más relevante en neurociencia, con 5,5 veces más estudios con sólo animales machos que ensayos con sólo animales hembras".
Según ese análisis, este sesgo masculino en investigación animal no humana ha aumentado en el último medio siglo mientras que ha disminuido en estudios con humanos. "Los estudios con ambos sexos con frecuencia no analizan los resultados por sexo. La representación insuficiente de las hembras en modelos animales de enfermedad también es común, y nuestra comprensión de la biología femenina se ve comprometida por estas deficiencias", añade el estudio.
Un análisis de todos los artículos científicos publicados en una revista especializada en dolor entre 1996 y 2005 encontró que hasta el 79% de los estudios con animales no humanos sólo usaron sujetos masculinos.
La justificación de este sesgo es la creencia tradicional de que las hembras y mujeres incluyen mayor variabilidad en los resultados por sus ciclos hormonales y estrales. Este mito ya ha sido desmentido por otros investigadores.
Las iniciativas para incluir a mujeres en los ensayos clínicos
En 1977, la Food and Drug Administration (FDA, la agencia del Gobierno estadounidense responsable de la regulación de alimentos, medicamentos, cosméticos...) recomendó no incluir a las mujeres en edad de quedarse embarazadas en las fases tempranas de los ensayos clínicos, lo que supuso la exclusión de las mujeres de estos estudios según un estudio de 2014.
Hasta 1993 la FDA no cambió de postura y defendió que era necesario incluir a las mujeres en los ensayos clínicos y que fuesen estratificados por sexo e interacciones de drogas con hormonas tanto endógenas como exógenas. Al año siguiente se aprobó una ley que obligaba a incluir a las mujeres en los ensayos clínicos financiados por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) y si no había mujeres, al menos deberían explicar el motivo para optar a la financiación pública del ensayo clínico. Hasta 2016 este mandato del NIH no incluyó a las investigaciones en animales.
En cambio, la Agencia Europea del Medicamento no consideró la necesidad de diferenciar los resultados por sexo en los ensayos clínicos en sus guías de 2006 y 2009.
Desde la Sociedad Española de Neurología han contado a Maldita.es que "en España actualmente contamos con varias iniciativas importantes lideradas por neurólogas para el estudio del ictus en la mujer, esclerosis múltiple y maternidad, epilepsia y embarazo, cefaleas y mujer o impacto de la enfermedad de Alzheimer en mujeres".
La diversidad en los propios grupos científicos parece ser clave en este tema: una revisión de un millón y medio de estudios médicos encontró que la participación de mujeres en la investigación médica hace más probable se tenga en cuenta el género en los estudios sobre enfermedades.
Hombres y mujeres responden distintos a los fármacos y las enfermedades
También hay evidencias de que hombres y mujeres responden de forma diferente a los tratamientos farmacológicos, según diversos estudios.
Este sesgo de la investigación tiene efectos en la salud de las mujeres. De los diez fármacos retirados del mercado en Estados Unidos por sus efectos secundarios entre 1997 y 2000, ocho provocaban mayores riegos en la salud de las mujeres. "Sesgos masculinos serios en la investigación básica, preclínica y clínica fueron la principal razón del problema", según un estudio al respecto.
Gracias a la investigación científica con visión de género se sabe que las mujeres que fuman tiene entre un 20% y un 70% más de probabilidad de tener cáncer de pulmón que los hombres que fuman el mismo número de cigarros, y que las mujeres que acuden a tratamiento para el abuso de drogas tienen del doble al triple de probabilidades de sufrir también estrés postraumático que los hombres Las mujeres también tienen unas 10 veces más probabilidades de contraer el VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) que los hombres durante relaciones sexuales sin protección. Las mujeres padecen más dolor, en mayor intensidad, con más frecuencia, en más partes del cuerpo y con una duración mayor que los hombres.
La investigación en animales no humanos ha descubierto que la microglia, células inmunes del sistema nervioso, lleva señales de dolor al cerebro pero sólo en ratones machos. "Este dimorfismo sexual sugiere que los ratones machos no pueden ser usados como sustitutos de mujeres en la investigación del dolor", concluye el estudio.
El personal sanitario no trata igual a hombres y mujeres
Este sesgo también llega hasta los médicos, que a veces responden de forma diferente a los pacientes hombres o mujeres que presentan la misma queja, ofreciendo diagnósticos y tratamientos diferentes. "Este sesgo llevaría al uso innecesario de servicios diagnósticos y a un exceso de prescripción de fármacos en los pacientes de sexo femenino", explica este estudio. "Ante similar diagnóstico y número de consultas, las mujeres reciben mayor cantidad de psicofármacos que los varones", añaden los investigadores, en concreto del grupo de ansiolíticos y antidepresivos.
También hay una mayor probabilidad de prescripción de analgésicos en mujeres que en hombres sin importar el efecto del dolor, la edad o la clase social. “Estos resultados señalan que las mujeres no reciben una adecuada atención sanitaria en relación con la causa subyacente de sus síntomas. Las consecuencias son que la posible enfermedad puede seguir causando dolor y malestar, reduciendo la posibilidad de beneficiarse de la prescripción de un tratamiento adecuado al demorar el diagnóstico, así como los efectos secundarios del uso de medicamentos. El sesgo de género afecta a la salud de las mujeres mediante la medicalización de su malestar”, explicó a Público Elisa Chilet Rosell, doctora en Salud Pública e investigadora del Grupo de Investigación de Salud Pública de la Universidad de Alicante y autora del estudio sobre la prescripción de analgésicos en España.
El síndrome de Yentl
El síndrome de Yentl es cómo se conoce a que entre pacientes con dolor de pecho las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de ser admitidas en un hospital, pero una vez hospitalizadas el trato es similar. Este síndrome se refiere a que a las mujeres tienden a ser invisibilizadas en las enfermedades cardíacas hasta que sus síntomas se manifiesta en signos obvios de gravedad. El porcentaje de mujeres que recibieron tratamiento óptimo en el infarto agudo de miocardio fue menor que el de varones, lo que se asoció con una mayor mortalidad a los 30 días, según un estudio en Portugal entre 2013 y 2014. Las mujeres tienen el doble de riesgo de morir después de un infarto agudo de miocardio, según un estudio realizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC)
El motivo es que "en general, las mujeres informan niveles de dolor más severos, incidencias de dolor más frecuentes y dolor de mayor duración que los hombres, pero no obstante son tratadas por un dolor menos agresivo", según otro estudio.
Los estereotipos, prejuicios y otras evaluaciones basadas en las expectativas de los roles de género “pueden influenciar sutilmente en los doctores”, según la Asociación Estadounidense de Médicos (AMA, por sus siglas en inglés). La organización recomienda a los médicos examinar sus propias prácticas y actitudes en busca de “sesgos sociales o culturales que podrían estar afectando inadvertidamente al tratamiento médico”.