Los microplásticos entran en el cuerpo humano, principalmente, por la respiración y la ingesta de alimentos: se estima que los humanos consumen entre 39.000 y 52.000 partículas de microplástico anualmente, y esta cifra aumenta hasta las 74.000-120.000 al sumar el microplástico inhalado. No es posible elegir qué aire respirar, pero sí podemos tomar decisiones sobre nuestra alimentación.
Un trabajo publicado en 2019 identificó las principales fuentes de microplástico inhalado e ingerido por humanos estudiando una dieta típica de Estados Unidos. De mayor a menor contenido en microplásticos serían: el marisco, el agua embotellada, el azúcar, el agua de grifo, el alcohol, la sal y la miel, según este estudio.
Otra revisión de estudios publicada en 2022 también señala el azúcar, el agua embotellada, el alcohol y el agua de grifo como alimentos con microplásticos. En este otro trabajo, dentro de los líquidos, presentan un orden de cuáles tienen más microplásticos: el agua embotellada, con 97,37 partículas por litro; seguido del alcohol, con 32,27 partículas por litro; y el agua de grifo, con 4,23 partículas por litro. Como comparativa, en el aire inhalado hay 0,0098 partículas por litro (9,80 partículas por metro cúbico), una cantidad bastante menor.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, siglas en inglés) publicó en 2016 una revisión de estudios sobre la presencia de micro y nanoplásticos en la alimentación. Los alimentos que destacó fueron el pescado, el marisco, la miel, la cerveza y la sal, aunque no los ordenó según su mayor o menor presencia de plástico, sino que describió aquellos alimentos donde otros estudios habían detectado la presencia de microplásticos. El motivo es que son magnitudes difíciles de comparar. Por ejemplo, en el pescado a la venta en Portugal, se han encontrado 1,4 partículas de plástico por pez; en la cerveza, 0,033 fragmentos por mililitro.
También hay que precisar que los estudios que analizan los microplásticos en animales que se comen estudian todo el organismo de las especies. Esto es importante porque en el caso del pescado, la mayoría del plástico se aloja en el tracto digestivo, una parte que normalmente se descarta para el consumo alimentario humano, mientras que moluscos como mejillones u ostras sí que se consumen enteros.