Los gases de efecto invernadero retienen calor en la atmósfera y son necesarios para que exista vida en la Tierra. Sin embargo, el aumento de emisiones desde la época industrial intensifica ese efecto que favorece el calentamiento global: el aumento de las temperaturas medias en la Tierra hasta el punto de alterar el equilibrio del planeta y poner en riesgo la vida como la conocemos.
El gas de efecto invernadero del que más se habla públicamente es el dióxido de carbono (CO2). Realmente no retiene tanto calor como otros gases que describimos ahora, pero es el más abundante, de ahí su importancia. La actividad humana que emite más CO2 es la quema de combustibles fósiles para generar energía, transporte, procesos industriales y cambios en el uso de la tierra, detalla la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, siglas en inglés). En España, este gas representa el 79,7% de las emisiones de efecto invernadero, según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (2023).
Otro importante es el metano (CH4). Su relevancia radica en que tiene una gran capacidad de retener el calor, hasta 25 veces más que el CO2. Hay actividades humanas que emiten este gas, como la producción y uso de combustibles fósiles o la agricultura, ganadería y gestión de residuos, y estas representan el 60% de las emisiones totales de CH4, según Global Methane Budget. También existen emisores naturales, como pantanos, cuerpos de agua y fuentes geológicas, que representan el otro 40%. A diferencia del CO2, que puede permanecer cientos o miles de años en la atmósfera desde que se emite, este gas persiste en la atmósfera unos 12 años. En España, este gas representa el 14,4% de las emisiones de efecto invernadero, según el Inventario.
Después está el óxido nitroso (N2O), el tercero en orden de responsabilidad sobre el calentamiento global. Aunque este gas está presente en el ciclo natural del nitrógeno de la Tierra, también se emite como resultado de actividades humanas como la gestión del suelo agrícola, la quema de combustibles fósiles, el manejo de aguas residuales o procesos industriales. Sus moléculas permanecen en la atmósfera más de 100 años y tiene una aún mayor capacidad de retener el calor, casi 300 veces superior en comparación con el CO2. Este gas representa el 4,1% de las emisiones de efecto invernadero en España.
Por último, tenemos a los gases fluorados. Es un grupo de moléculas que únicamente se emiten por actividades humanas, como sustitución de sustancias que destruyen la capa de ozono (por ejemplo, los hidrofluorocarbonos), procesos industriales como la fabricación de aluminio (perfluorocarbonos) o transmisión de la electricidad (hexafluoruro). Se consideran los gases con mayor capacidad de retención de temperatura, con potenciales de calentamiento hasta 22.000 veces superiores al CO2. Estos gases representan el 1,8% de las emisiones de efecto invernadero en España.
¿Qué hay del vapor de agua? Tiene gran capacidad para retener calor, pero cuando baja la temperatura, se condensa transformándose en agua, algo que no ocurre con el resto de gases de efecto invernadero. Además, el vapor de agua no se genera directamente por la actividad humana, sino que deriva del aumento de los otros gases de efecto invernadero en la atmósfera (por ejemplo, unos océanos más calientes emiten más vapor de agua). Si los gases de efecto invernadero no condensables (CO2, CH4, N2O y fluorados) no estuvieran aumentando, los niveles de vapor de agua en la atmósfera serían los mismos.
Imagen destacada: Burbujas de metano estallan en la superficie de un lago. Créditos: NASA/Kate Ramsayer