Otro viernes final de mes, otro consultorio climático. Este mes nos habéis preguntado cómo se puede saber para qué se utiliza el agua de un embalse, si el hecho de que haga más calor hace que llueva menos y viceversa, por qué los días de más calor no coinciden con los de más horas de sol y, al filo de la actualidad, qué son los litigios climáticos y qué ha pasado con el caso español.
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¿Cómo se puede saber para qué se utiliza el agua de un embalse?
Consumo humano, regadío, producción de energía hidroeléctrica… El agua que se acumula en un embalse puede utilizarse para distintas cosas. Pero saber para qué se utiliza un embalse en concreto no es tan fácil como podríamos pensar. En Maldita.es no hemos encontrado una página web oficial, de consulta fácil y rápida, donde diga de forma clara qué usos tiene autorizados el agua de un embalse o un pantano (como hemos explicado, los embalses son acumulaciones de agua artificiales y los pantanos, naturales).
La herramienta más cercana es el Inventario de Presas y Embalses del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Este inventario es un visor geográfico donde puedes buscar un embalse o una presa por su nombre para acceder a una ficha técnica con diversos datos. Ojo, porque el uso del embalse sólo aparece en la ficha de su presa o presas asociadas. Este es un ejemplo con la presa de Yesa, que embalsa el río Aragón en la provincia de Navarra.
Como decimos, es la herramienta que mejor centraliza la información a nivel nacional, pero no siempre coincide con la información que aparece en otras fuentes oficiales. Se da la circunstancia de que la Confederación Hidrográfica del Ebro, el organismo que gestiona el agua del río Ebro y sus afluentes (entre ellos el río Aragón), tiene una ficha con todas las presas de su territorio. En la presa de Yesa añade como uso el riego de 85.000 hectáreas.
“Ante la duda, yo me quedaría con los usos que aparezcan en el listado de embalses de la web de la Confederación correspondiente”, dice Julia Martínez, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. El problema es que no todas las confederaciones ofrecen esta información: por ejemplo, en la confederación del Tajo hay una lista con información de sus embalses pero no incluyen sus usos.
“Donde debería venir eso es en los planes hidrológicos, pero a veces tampoco viene con claridad o directamente no viene. Depende de cada plan”, cuenta por su parte Jesús Vargas, geógrafo de la Universidad de Málaga.
Así que una solución puede ser acudir de forma provisional al inventario de presas y embalses del MITECO, teniendo en cuenta que puede no coincidir con otras fuentes oficiales y, si sabes a qué cuenca hidrográfica pertenece el embalse, probar suerte con el organismo que lo gestione, bien en su página web o en su plan hidrológico.
¿Que haga más calor hace que llueva menos y viceversa?
La relación entre la lluvia y el calor es complicada. A veces podemos ver cómo una tormenta de verano (que no es diferente de las tormentas del resto del año) baja temporalmente la temperatura ¿Pero cuál es el efecto del calor en la lluvia y viceversa?
En el corto plazo, si hablamos del tiempo meteorológico que hay en un lugar y momento concretos, no es el calor el que reduce las lluvias, sino que las mismas condiciones de la atmósfera que hacen que suban las temperaturas son las que reducen las posibilidades de que haya lluvias importantes. Por otro lado, un suelo seco permite que la energía del sol suba más las temperaturas porque no se “gasta” en evaporar el agua.
En el largo plazo, a escala climática, el cambio climático hará que se alteren los patrones de lluvia en todo el mundo. En este contexto, más calor también podría producir que llueva más, porque aumenta la evaporación del agua, haciendo que llegue a la atmósfera, y porque el aire cálido tiene más capacidad de acoger vapor de agua que el aire frío.
Vamos con la respuesta larga. En el tiempo atmosférico (a corto plazo), las mismas condiciones atmosféricas que elevan las temperaturas son las que impiden la formación de nubes. “No es que el calor haga que llueva menos, sino que la situación meteorológica que hace que haga calor (como el aire muy cálido y seco y los cielos despejados) impide que haya una situación de lluvias significativas”, señala a Maldita.es Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
¿Y al revés? ¿Poca lluvia hace que aumente la temperatura? Volvemos a la misma situación, explican desde la AEMET: “La situación meteorológica que hace que no llueva es la que provoca la subida de temperaturas”. No obstante, si tenemos en cuenta la humedad del suelo, sí podemos decir que hay cierta influencia en algunos casos.
“Si hemos tenido unos días muy lluviosos y luego llega una situación de cielos despejados, parte de la radiación solar va a evaporar ese agua y eso reducirá potencialmente la temperatura porque no se dedica toda la energía del sol a calentar la superficie como hubiese ocurrido de estar seco el suelo”, continúa Rubén del Campo. Por lo tanto, los suelos secos pueden contribuir a que haga más calor porque toda la energía solar se centra en calentar la superficie en vez de gastar parte en evaporar el agua.
A nivel de clima (a largo plazo), el cambio climático intensificará el ciclo del agua (las regiones húmedas se vuelven más húmedas y las regiones secas más secas) a medida que aumenten las temperaturas globales, con las precipitaciones más variables dentro de las estaciones y de un año a otro. Un clima más cálido intensificará los fenómenos meteorológicos y estacionales muy húmedos y muy secos, según el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en su sexto informe.
Se estima que a causa del cambio climático, las precipitaciones aumentarán en algunas regiones y disminuirán en otras. Subirán en las latitudes altas, el océano Pacífico ecuatorial, las regiones húmedas de latitudes medias y las regiones monzónicas. En cambio, las proyecciones indican que disminuirán en muchas regiones secas de latitudes medias y subtropicales. Además, las precipitaciones extremas aumentarán en intensidad y frecuencia en la mayoría de las zonas terrestres de latitud media y en las regiones tropicales húmedas, indica el IPCC.
Una temperatura global mayor aumenta la capacidad de la atmósfera de retener vapor de agua porque depende de la temperatura. Además, en este contexto habrá más evaporación de agua en los océanos, por lo que “potencialmente podría llover más”, aclara el portavoz de la AEMET.
¿Por qué los días de más calor no coinciden con los de más horas de sol?
La canícula, el periodo del año en el que más calor hace, se produce en España aproximadamente entre el 15 de julio y el 15 de agosto. En cambio, el solsticio de verano, el día con más horas de sol, ocurre un mes antes: entre el 21 y 22 de junio. ¿No debería hacer más calor cuando hay más insolación? En realidad no, hay un desfase temporal porque las masas de aire necesitan un tiempo para calentarse.
Se trata de la inercia térmica del sistema climático. “Cuando se están produciendo esos días más largos del año al principio del verano astronómico estamos todavía influenciados por masas de aire menos cálido que cuando estamos a finales de julio o agosto porque en ese tiempo se han calentado las masas de aire del hemisferio norte”, ha explicado a Maldita.es Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
En el propio día pasa algo similar. El mediodía solar, cuando el sol está más elevado y más directos caen sus rayos, no es cuando más calor hace. En España, la temperatura más alta del día en verano se registra entre 3 y 4 horas después del mediodía solar, entre las 17 y las 19 horas, explican en tiempo.com. La razón es tanto el calor absorbido durante el día en las superficies, que contribuyen a las islas de calor al liberarse a lo largo del día y calentar el aire, como el calor que aún provocan los rayos bastante perpendiculares a esa hora. Esto hace que siga subiendo la temperatura del aire pasado el mediodía.
Ocurre lo mismo pero al revés en invierno. Los días más fríos del año suelen ocurrir un mes después del solsticio del invierno por el enfriamiento progresivo de las masas del aire en el hemisferio, concluye Rubén del Campo.
¿Qué son los litigios climáticos y qué ha pasado en España?
Los países no están haciendo lo suficiente para evitar un cambio climático peligroso para las personas, como han comprobado distintos informes de Naciones Unidas y organizaciones independientes que comparan los compromisos nacionales de reducción de emisiones y las políticas aplicadas con los esfuerzos realmente necesarios. En este contexto, organizaciones ecologistas y activistas medioambientales han encontrado una nueva forma de redoblar la presión para que Estados y empresas aumenten su acción climática: los litigios climáticos.
Los litigios climáticos consisten, básicamente, en emprender acciones legales. Estas demandas a veces reclaman la aplicación de la legislación climática ya existente o que se incluyan objetivos climáticos en otras leyes; también exigen a responsables políticos y empresas que sean más ambiciosos y rigurosos en sus planteamientos sobre el cambio climático, establecen definiciones claras de los derechos humanos y las obligaciones afectados por el cambio climático o solicitan una compensación por los daños causados relacionados con el clima, explica un informe de Naciones Unidas y el Columbia Law School de 2023
En diciembre de 2022, dicho informe contabilizó un total de 2.180 demandas relacionadas con el clima presentadas en 65 instancias procesales. Estas instancias incluyen tribunales internacionales y regionales, órganos cuasijudiciales y otros órganos jurisdiccionales, como los Procedimientos Especiales de las Naciones Unidas y los tribunales de arbitraje.
Estos más de dos mil casos son un 40% más de los contabilizados para el último informe (1.550), publicado en 2020, y más del doble de los conocidos en 2017 (884). Reflejan por tanto una situación en alza, aunque se han añadido en este informe casos más antiguos que no estaban incluidos, es decir, es un número acumulativo. Aunque la práctica de los litigios climáticos se está extendiendo a muchos países, la gran mayoría de casos aún tienen lugar en Estados Unidos, indica el informe de 2023.
En Europa es muy conocido el caso de Países Bajos donde, tras cuatro años de sentencias y recursos, en diciembre de 2019 el Tribunal Supremo holandés ordenó al Ejecutivo reducir los gases de efecto invernadero por considerar que debía “proteger al ciudadano del deterioro del entorno” y que “la lucha contra el cambio climático es un asunto de interés general”. El jurado obligó a que para 2020 se rebajaran las emisiones un 25% con respecto a los niveles de 1990. Países Bajos cumplió con la sentencia, pero el cambio se debió sobre todo a los precios de la energía, un invierno cálido y la pandemia que paralizó todo a lo largo de 2020, según la organización ecologista que impulsó el caso.
En España, las organizaciones ecologistas Greenpeace, Oxfam Intermón y Ecologistas en Acción demandaron al Gobierno en 2020 por considerar que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC, la norma que establece objetivos de reducción de emisiones y la política energética, actualmente renovándose) era insuficiente para proteger el clima. El documento establecía un objetivo de reducción del 23% y las organizaciones demandantes exigían una reducción del 55%. En 2021, Fridays For Future y La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo se unieron al caso.
Este 27 de julio de 2023 la Sección Quinta de la Sala Tercera del Tribunal Supremo ha desestimado el caso porque considera que el PNIEC era ajustado a derecho, no arbitrario y supone integrarse en el compromiso asumido por la Unión Europea en esta materia. El borrador del nuevo PNIEC eleva el objetivo de reducción al 32%.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Julia Martínez, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
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En la imagen de portada, las fotos son de la Confederación Hidrográfica del Tajo (izquierda), Brett Sayles (centro) y albTotxo (derecha).