En las últimas décadas, la modificación humana del paisaje y la crisis climática han agravado los incendios forestales aumentando su tamaño e intensidad. Los incendios más grandes y con dificultad para ser extinguidos se han categorizado por generaciones según su evolución. Te explicamos en qué consisten y por qué existe esta clasificación.
Por qué se han agravado los incendios forestales
Los incendios han existido “siempre” y son “parte de la dinámica natural de un ecosistema”, recuerda Alexandro Leverkus, investigador de ecología del fuego y cambio global en la Universidad de Granada. “En cada ecosistema hay una cierta periodicidad y un cierto tipo de incendios. Mientras se mantenga ese régimen, esos ecosistemas van a ir regenerándose naturalmente”, explica.
Aunque sigue habiendo incendios pequeños y controlables, en las últimas décadas los fuegos han ido evolucionando debido a los “cambios de usos del suelo, las repoblaciones [forestales] masivas de mitad del siglo pasado, el abandono del medio rural y actualmente también el cambio climático”. El experto explica que el abandono del campo deja crecer más arbustos, aumentando la cantidad de material combustible, y el cambio climático reseca más este combustible y provoca más días con una temperatura, humedad y velocidad del viento muy favorables para la propagación de incendios.
Cada generación de incendios añade una característica nueva que dificulta su extinción
Según el informe ‘La prevención de los Grandes Incendios Forestales adaptada al incendio tipo’, de 2011, realizado por el servicio de bomberos de la Generalitat de Cataluña, miembros del proyecto Fireparadox y el Instituto Forestal Europeo (EFI), se produce una nueva generación de incendios cuando entra en juego un nuevo factor del paisaje o del propio desarrollo del fuego que dificulta su extinción, haciendo que pueda convertirse en un gran incendio forestal.
Las generaciones se van nombrando numéricamente a medida que empeoran los grandes incendios forestales con nuevas características que complican su extinción. En la década de los años 50, los campos de cultivo abandonados por el éxodo rural se repoblaron de arbustos, creando una “continuidad de combustible” que permitía al fuego recorrer grandes superficies y dando paso a una primera generación de grandes incendios con riesgo de descontrolarse, según indica el informe.
En la segunda generación, los incendios comenzaron a adquirir mayor velocidad de propagación e intensidad debido a la acumulación continua de combustible a lo largo de los años, quemando ya entre 5.000 y 10.000 hectáreas. En los incendios de tercera generación, la dificultad estaba en la homogeneidad de las grandes masas forestales fruto de la falta de gestión forestal: ninguna zona del bosque ayudaba a frenar el fuego y las áreas quemadas ascendían hasta 20.000 hectáreas.
Los incendios de cuarta generación son los que cruzan “interfases urbano-forestales”, zonas rurales donde se han construido colonias de viviendas. El fuego avanza por los jardines y casas “sin dificultades” debido a la continuidad de zonas verdes entre las construcciones, explica el informe.
Beatriz Pérez, investigadora de la facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha, cuenta que se empieza a hablar de estos fuegos en los años 2000 y que suponen ya “una emergencia civil”: si no hay medios, se prioriza proteger a las personas más que extinguir el incendio. En la quinta generación se producen ya varios grandes incendios forestales simultáneos en estas zonas urbanizadas.
Como aclara Beatriz Pérez, esta clasificación se aplica a los incendios que ya han adquirido cierto tamaño y los incendios de una generación suelen incluir las características de las anteriores y tender a las siguientes. La mayoría de incendios que hay actualmente en España son de 4ª y 5ª generación, según la experta.
Incendios de sexta generación: se propagan a sí mismos y es “prácticamente imposible” controlarlos
Alexandro Leverkus cuenta que en los últimos años ha habido “incendios gigantes causando récords en todo el mundo” y menciona los de California de 2021 y 2020, Canadá, Siberia, África y Brasil.
La crisis climática ha influido en ellos porque el aumento generalizado de las temperaturas y, con ello, de la evaporación, hace que el agua contenida en las plantas se reduzca y estas se resequen. También influye en que haya días con muy poca humedad del aire, grandes velocidades de viento y altas temperaturas. “Son condiciones óptimas para que, además de la gran carga de combustible y un combustible muy seco, [el fuego] se propague muy rápidamente”.
Aunque es “difícil trazar una línea exacta” para encajar un incendio en una generación, los fuegos de sexta generación serían aquellos “capaces de generar sus propias condiciones ambientales”, explica Leverkus. Con el calor extremo del incendio, se generan corrientes de aire verticales y una nube sobre la columna de humo: el pirocúmulo o flammagenitus. El pirocúmulo es capaz de formar sus propias tormentas eléctricas, por lo que se van multiplicando los focos del incendio y este “empieza a propagarse a sí mismo”.
Se comenzó a hablar de incendios de sexta generación en 2016, según Beatriz Pérez, que cita como ejemplos los ocurridos en Australia en 2020. El de Sierra Bermeja (Málaga) fue “el primer incendio que se ha descrito como de sexta generación en España”, apunta, “aunque ha habido algunos otros que transitoriamente ha podido tener condiciones similares”. Además, al incendio de Sierra Bermeja se añade la compleja orografía en la que tuvo lugar.
“Es prácticamente imposible contenerlos”, concluye Leverkus. En el caso del incendio de Sierra Bermeja, fue la lluvia uno de los factores fundamentales para poder contener el fuego y darlo por controlado.
Primera fecha de publicación de este artículo: 18/07/2022