Artículo publicado originalmente en Climática/La Marea el 22 de febrero de 2023 por Elisenda Pallarés.
El calentamiento global tiene un efecto directo en la agricultura. Si se cumplen los peores escenarios climáticos, el abastecimiento y de fruta y verdura va a ser cada vez más complicado, y el precio de estos alimentos básicos seguirá incrementando. En este sentido, el diario The Guardian señala que algunos supermercados en Reino Unido ya están teniendo que racionar productos frescos y limitan el número de tomates, pimientos o pepinos que puede comprar cada cliente.
Catalunya ha experimentado en los últimos meses más calor y menos lluvias de lo habitual. En consecuencia, se ha visto eclosionar rosales en octubre y florecer almendros en diciembre. El pasado mes de diciembre fue el más cálido desde que hay registros (1961). Los cambios en el clima afectan al ritmo o calendario natural de las especies. Es decir, a la floración de las plantas y árboles y a la maduración de sus frutos.
El CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales) ha constatado la floración prematura en varias especies incluso cuatro o cinco meses antes de lo habitual durante a causa del incremento de temperaturas. Gracias a redes de seguimiento, como el observatorio ciudadano RitmeNatura, recopilan datos para comprobar si estos fenómenos son puntuales o si realmente el cambio climático está consolidando un calendario natural distinto al que conocíamos hasta ahora.
Señalan que los cambios en las floraciones tienen consecuencias: «Se alarga el período en que las plantas están activas, aumenta el consumo de agua de estas y se dan situaciones donde cada vez hay más sequía y/o hace falta más agua, sobre todo en los cultivos». «Es preciso decir que estas floraciones de otoño son más discretas que las de primavera, pero para las plantas pueden suponer el gasto de unos recursos que podrían necesitar en primavera, en el momento de máxima actividad vegetativa», explicó Ester Prat, coordinadora del proyecto RitmeNatura, en un comunicado.
Advierten que estos cambios no se dan igual en todos los seres vivos y que, por ejemplo, puede llegar a ocurrir que las flores se abran en un momento en el cual los insectos no aparezcan todavía y, por tanto, «haya problemas en la producción de frutos por la falta de polinización». También puede haber una mayor exposición de las flores a las heladas que se producen en meses posteriores, como enero y febrero, reduciendo la viabilidad y fertilidad de éstas.
Los árboles requieren un número de horas de frío
«Las heladas tienen un efecto negativo en las cosechas cuando ya se ha producido la floración. Lo importante es ver cómo de intensa es esa floración, si la mayor parte de las yemas florecen significa que ese árbol está en una situación anómala de estrés y que no habrá producción», apunta Luis Asín, jefe del programa de Fruticultura de IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria). Asín señala que en Lleida y Girona, zonas importantes en la producción de fruta, esto no ha ocurrido de manera extendida en los últimos meses. «Si que hubo una floración anómala a finales de octubre en manzanos y perales, pero perder un 10 o un 20% de la producción no representa un problema», indica.
Luis Asín explica que la floración prematura no representa un problema para el sector frutícola en Catalunya este año. Sin embargo, «la tendencia en los últimos años en las perspectivas de cambio climático sí puede ser preocupante». La disminución del invierno, un verano más extenso y la sequía pueden afectar cada vez más a la producción de frutos. «Todos los árboles frutales requieren un reposo vegetativo invernal que lo cuantificamos como el número de horas de frío que el árbol necesita. Cada especie, incluso cada variedad, tiene establecido un número de horas-frío de reposo –la temperatura debe ser entre 0 y 7 °C– que se necesitan sí o sí para que la floración sea óptima», expone el investigador.
Asín sostiene que en Lleida actualmente la situación no es grave porque los árboles todavía tiene suficiente reposo invernal y porque se pueden introducir «cambios en la tecnología de producción para añadir acumulación de frío». Además, la niebla favorece que las temperaturas se mantengan por debajo de los 4 °C en esta provincia. En Girona, en cambio, punto importante de cultivo de manzana, la situación es un poco más delicada porque los inviernos no son tan rigurosos».
El reto de producir manzanas y peras en climas cálidos
Los expertos agrícolas están pendientes de las predicciones meteorológicas para analizar a partir de qué año puede darse una situación crítica. Tratan de adaptarse antes de llevar a ese punto. «Debemos ver, por ejemplo dentro del manzano, qué variedades son las que requieren menos frío. Es fácil decirlo y difícil de ejecutarlo porque, además, esas variedades también deben ser excelentes y cualitativamente y tienen que tener su mercado. Puedes tener una variedad que se comporta muy bien en zonas con poco frío, pero que nadie la conozca y no la compren, aquí entran criterios comerciales», comenta el jefe del programa de Fruticultura de IRTA.
Este mes de febrero IRTA ha presentado en la feria internacional Fruitlogistica, en Berlín, el fruto de 20 años de trabajo. Su nombre es Tutti y es una variedad de manzana roja y dulce adaptada a climas cálidos. La ha conseguido el Hot Climate Partnership, un programa de mejora de variedades iniciado en 2002 por el IRTA, una asociación de productores de manzana y pera y un centro de investigación neozelandés. El objetivo es producir nuevas variedades «más adaptadas a unos veranos cada vez más calurosos, y que satisfagan las necesidades de productores, comercializadores y consumidores», explicó Joan Bonany, especialista del programa. Aparte de la Tutti, tienen una gama de variedades de manzana y pera en fase precomercial, que una vez salgan al mercado «cubrirán un abanico muy amplio de épocas de cosecha».
Los eventos extremos amenazan a la agricultura
El cambio climático conlleva que los fenómenos extremos sean más frecuentes, intensos y duraderos, ya sea en forma de sequía o de lluvias torrenciales, o con olas de frío o de calor. «En Lleida nos preocupa mucho el calor y la presencia de efectos adversos o épocas de extremos. El año pasado tuvimos un número de olas de calor superior a la media y muy largas, y eso afecta al tamaño de la fruta, a la coloración, a la cantidad de azúcares y la capacidad de conservación», asegura Luis Asín. Esto ha provocado, por ejemplo, que algunas variedades de pera se hayan empezado a descomponer antes de llegar al mercado o que las manzanas sean más anaranjadas.
Asín comenta que el aumento medio de la temperatura y la reducción de la pluviometría, que representa un problema este año, provocan que comportamiento de los árboles sea distinto a los valores medios y, por tanto, son factores desfavorables a la producción de frutícola en cualquier punto de la geografía. Además, sostiene que con el calentamiento global «la variabilidad del clima será mucho mayor» y eso se traduce en fenómenos extremos como grandes heladas, «como la que tuvimos el año pasado, no se había visto algo así en mucho tiempo». «La sequía también afecta a la capacidad productiva de los árboles y a la capacidad gustativa de la fruta porque la calidad es inferior», dice el agrónomo. AEMET informó que el verano de 2022 fuera fue el más seco de la serie histórica.
La falta de lluvias también ha afectado este año a la producción de aceite de oliva. Ha habido menos cantidad de olivas, que a su vez han sido de menor tamaño que otros años y han dado menos jugo. Se estima que en 2023 se ha producido en España la mitad de aceite que el año pasado, según datos de los productores que compartió el Gobierno. Esto hace que la capacidad de comercialización sea menor y el precio del aceite haya subido. Los productores aseguran que habrá falta de abastecimiento de aceite de oliva aunque se importe de otros países como Túnez o Marruecos. En Andalucía, que representa el 80% de la producción nacional, cifraban en octubre en 1.700 millones de euros las pérdidas económicas.
Los agricultores sufren los efectos de las heladas y las olas de calor más frecuentes y prolongadas, que amenazan al número y calidad de sus cultivos. Así como la presencia de plagas y enfermedades a causa del calor, como la araña roja. Desde centros de investigación como IRTA seguirán trabajando en variedades de frutas que se adapten mejor a las temperaturas extremas para conseguir que cultivo de frutas y verduras de proximidad no desaparezca. «Nosotros centramos nuestros esfuerzos en la adaptación al cambio climático y se debe, al mismo tiempo, trabajar en su mitigación», concluye Luis Asín.
Foto de portada de Meaghan O'Malley