En la imagen de portada, la foto de la izquierda refleja los fondos someros del litoral mediterráneo español dominados por Posidonia oceánica. La fotografía es de Javier Murcia, en el atlas de praderas marinas de España, página 41.
Nos habéis preguntado por un concepto muy sugerente: el carbono azul. Y lo cierto es que su nombre es muy similar a su imagen, pues se trata del carbono acumulado en determinados ecosistemas del mar. Ecosistemas que si se degradan, pueden devolverlo a la atmósfera, agravando el calentamiento global.
Igual que los árboles utilizan CO2 para hacer la fotosíntesis y acumulan carbono en sus troncos y los suelos de los bosques (conocido como carbono verde), la vegetación, el suelo y los sedimentos de algunas zonas marinas también guardan carbono. Hablamos de zonas costeras “gestionables”, como las marismas, los manglares y las praderas marinas, aunque actualmente está en debate si otros ecosistemas, como el océano abierto, también pueden encajar en el concepto de carbono azul, como indicaba el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en 2019.
Estos ecosistemas costeros tienen altas tasas de enterramiento de carbono por unidad de superficie. De hecho, almacenan de tres a cinco veces más por área equivalente que los bosques tropicales, según explica la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. El organismo científico añade que la mayor parte del carbono azul costero se almacena en el suelo, no en materiales vegetales, como ocurre en los bosques tropicales.
El carbono azul puede estar más cerca de ti de lo que esperas. Hay praderas marinas alrededor de casi toda la costa española, como se ve en el atlas de las praderas marinas de España elaborado por el Instituto Español de Oceanografía, el Instituto de Ecología Litoral y la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza. Y no hay más que visitar el Parque Natural Bahía de Cádiz para encontrar marismas, aunque quedan pocas marismas naturales que no hayan sido transformadas en salinas o utilizadas para la pesca.
“Si se degradan o pierden, es probable que los ecosistemas costeros de carbono azul devuelvan la mayor parte de su carbono a la atmósfera”, explica el IPCC y la NOAA, lo cual implicaría añadir más gases de efecto invernadero a la atmósfera y empeorar la crisis climática.
Existen proyectos destinados a conservar los ecosistemas que atesoran este carbono, como el proyecto Life Blue Natura en Andalucía, que busca medir cuánto potencial para acumular CO2 han perdido algunas praderas marinas y marismas degradadas, o Vida Manglar en Colombia, cuyo objetivo es evitar la emisión de unas 900.000 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Así, organizaciones científicas de distintos países trabajan para conservar estos ecosistemas y combatir el calentamiento global, como cuenta este reportaje [pág. 56].