Los bosques absorben CO2 gracias a las hojas, tallos, troncos y raíces de plantas y árboles. Así ayudan a atenuar la crisis climática, como ocurre en el sumidero de CO2 que es la Amazonía (aunque una zona de la selva ya no actúa como tal). Pero no todas las plantas fijan dióxido de carbono con la misma eficacia.
Por ejemplo, las plantas leñosas como los árboles y arbustos absorben más. Lo hacen “porque la madera contiene y almacena más carbono que los órganos verdes. Además, almacenan carbono más rápido aquellos árboles que crecen más rápido, como pueden ser los pinos”, como señala a Maldita.es la ingeniera forestal Alicia Ledo, especializada en la estimación de la captura de carbono y emisiones de gases de efecto invernadero en bosques y sistemas agrícolas.
La capacidad de absorción y fijación de carbono depende de varios factores: la cantidad de hojas que tenga, es decir, la superficie de hojas en relación con la superficie de suelo o por volumen de copa de árbol y la actividad de las hojas en sus tasas de intercambio gaseoso con el que absorben CO2 para hacer la fotosíntesis. Este intercambio se hace a través de los estomas, unos poros que hay en la superficie de las hojas, destaca a Maldita.es Rocío Alonso, bióloga ambiental en el Departamento de Medio Ambiente del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).
Las distintas especies de plantas tienen diferente cantidad de hojas y tasas de intercambio de gases. Además, estos dos valores dependen de las condiciones climáticas y meteorológicas, de la edad de la planta y de las hojas y de las condiciones de crecimiento que determinan el estado de vigor o salud de la planta.
En palabras de Rocío Alonso, experta en efectos de la contaminación atmosférica y del cambio climático en la vegetación, “una planta en malas condiciones, porque le haya atacado alguna plaga, haya mucha sequía o calor, las condiciones del suelo no sean favorables… como un árbol viviendo en un alcorque en la ciudad con muy poco suelo y de baja calidad, va a tirar hojas y sus hojas van a ser menos activas. Va a crecer menos y por tanto absorberá menos CO2”.
¿Qué especies serían las mejores considerando todo lo anterior? Las que tengan más hojas, con hojas que permanezcan más tiempo en el árbol y las plantas que tengan unas mayores tasas de intercambio de gases y fotosíntesis. “Lo importante no es solo absorber el CO2 sino acumularlo a largo plazo”, aclara Alonso. Por lo tanto, plantas que vivan más y con gran cantidad de biomasa retirarán más CO2 de la atmósfera durante más tiempo.
Responder a esta pregunta a nivel de ecosistema “es más complicado porque una buena parte del carbono se acumula en suelo y raíces”. Los distintos hábitats tendrán capacidad de captar más o menos carbono según el clima, las condiciones del suelo, la disponibilidad de agua y nutrientes, la topografía y las presiones humanas en el mismo, entre otros factores.
Para poder aumentar la captación de CO2, lo ideal sería convertir suelos baldíos sin vegetación en suelos con vegetación perenne. Que esa vegetación sean árboles, matorrales o pastos “dependerá del clima y del suelo que sea adecuado para su crecimiento”, indica la bióloga ambiental.
Pero esos terrenos baldíos no pueden ser turberas. Los residuos vegetales acumulados como turba son un gran sumidero de carbono. “La cantidad de carbono almacenada en las turberas por metro cuadrado suele ser de 10 a 15 veces superior a la de esa misma superficie de tierra en un bosque o en un entorno agrícola”, según Merritt Turetsky, científica especializado en turberas de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) en declaraciones al podcast 99% Invisible. En Europa, estos ecosistemas contienen cinco veces más carbono que los bosques.
Es más, las turberas contienen más de un 25% de todo el carbono del suelo, aunque sólo son el 3% de la superficie terrestre. Las turberas contienen más del doble de carbono que los bosques del mundo.