Cada 17 de junio se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Para aclarar por qué es importante este día hay que recordar que, cada año, las sequías afectan a 55 millones de personas en todo el mundo. Si nos fijamos en el período de tiempo entre 1900 y 2019, afectaron a 2.700 millones de personas y provocaron 11,7 millones de muertes, según datos de las Naciones Unidas
¿En qué se diferencian ambos fenómenos? La desertificación es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas causada por diversos factores, según la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. La degradación de las tierras, que puede llegar a la desertificación, provoca una disminución de los niveles de productividad de los ecosistemas irreversible por la sobreexplotación o uso y gestión inapropiados en zonas áridas y proclives a la sequía.
En cuanto a la sequía, existen varios tipos como ya explicamos. La sequía meteorológica es la escasez continuada de precipitaciones. En la sequía hidrológica, la falta de agua afecta a cursos de agua como ríos y pantanos; en la agrícola, hay déficit de humedad para las raíces de los cultivos. Por último, la sequía socioeconómica se da cuando la escasez de agua afecta a las personas y a la actividad económica.
El riesgo de la desertificación en España
Para España este es un problema especial porque es uno de los países europeos más vulnerables a la sequía y a la escasez de agua relacionadas con el cambio climático. Y este problema está relacionado directamente con la aridez de las tierras y el riesgo de desertificación. El siguiente mapa muestra las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas de España. Como puedes ver, se trata de más de dos terceras partes del país.
En este sentido, muchas zonas de España están en diferentes niveles de riesgo de desertificación, como muestra el mapa elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Causas de la desertificación
A la desertificación se llega por múltiples causas. Las condiciones propias de muchas zonas de España y de la región mediterránea, como un clima semiárido, sequías estacionales, mucha variabilidad en las lluvias, en ocasiones torrenciales, se asocian a los procesos de desertificación. También tener suelos pobres con marcada tendencia a la erosión, relieves con laderas escarpadas y las pérdidas de la cubierta forestal a causa de repetidos incendios de bosques, como señala el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
El abandono de tierras y el deterioro del suelo, la explotación excesiva y salinización de los acuíferos son otras causas detrás de la desertificación en España y otros lugares.
Además, la concentración de la actividad económica en las zonas costeras como resultado del crecimiento urbano, el turismo y la agricultura de regadío ponen una intensa presión sobre los recursos naturales del litoral.
Es esta combinación de procesos como la aridez, la sequía, la erosión, los incendios forestales y la sobreexplotación de acuíferos la que origina la desertificación, aclara también el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Aumenta la desertificación por la crisis climática
El alcance y la intensidad de la desertificación han aumentado en algunas zonas áridas durante las últimas décadas, como señala el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Las tierras áridas cubren actualmente alrededor del 46,2% de la superficie terrestre mundial y en ellas viven 3.000 millones de personas. Pese a que por su complejidad es difícil cuantificar la desertificación, en torno al 9% de las tierras áridas y secas han tenido un proceso de desertificación entre las décadas de 1980 y 2000. De las 500 millones de personas afectadas, la mayor proporción se encuentra en el sur y el este de Asia, en la región en torno al Sáhara, incluido el norte de África, y en Oriente Medio.
El proceso de desertificación ya ha reducido la productividad y los ingresos y ha contribuido a la pérdida de biodiversidad en algunas zonas áridas y secas, explica el IPCC. Además, la gestión poco sostenible de la tierra ha contribuido a aumentar la actividad de las tormentas de polvo, con las repercusiones que tienen sobre la tierra y sobre la salud. El IPCC y diferentes expertos climáticos destacan que el cambio climático agravará varios procesos de desertificación. Pese a que el aumento de las concentraciones de CO2 aumenta la productividad de la vegetación porque las plantas usan CO2 para crecer, la menor disponibilidad de agua tiene un efecto neto negativo.
Además, la creciente presión humana, junto con el cambio climático, reducirá la resiliencia de las poblaciones de las tierras secas y áridas y limitará su capacidad de adaptación.
Pero no sólo el cambio climático contribuye a la desertificación sino que la desertificación aumenta el calentamiento global, por lo que contribuye a agravar la emergencia climática. Los cambios en la superficie vegetal, los aerosoles que levanta la arena y el polvo contribuyen a subir la temperatura global. Además, la desertificación también aumenta el albedo, el porcentaje de radiación que refleja una superficie, lo cual produce una retroalimentación negativa en el cambio climático. A menor desierto, más radiación se refleja, lo que contribuye a que a la subida de las temperaturas, que a su vez contribuye a que haya más desierto, que con este ciclo genera más calentamiento global.
Cómo impedir y revertir la desertificación
¿Es posible evitar o revertir los procesos de desertificación? Sí y hay varias estrategias. Lo fundamental es un uso sostenible del suelo y su restauración y rehabilitación, indica el informe del IPCC. Las medidas de gestión integrada de los cultivos, del suelo y del agua reducen la degradación del suelo y aumentan la resistencia de los cultivos a los impactos del cambio climático, indica el IPCC. ¿Cómo se hace? Con la diversificación de cultivos y adoptando plantas resistentes a la sequía. También, con la reducción de la labranza y del uso del arado, adoptando técnicas de riego mejoradas como el riego por goteo y métodos de conservación de la humedad como la recogida de agua de lluvia, y con el mantenimiento de la cubierta vegetal y del mantillo (la cubierta natural que se forma en la parte superior del suelo). El pastoreo sostenible y la revegetación aumentan también la productividad de los pastizales, a la vez que luchan contra la desertificación.
Para hacer frente a la salinización, que potencia la desertificación, se pueden usar de forma combinada cultivos tolerantes a la sal y mejores prácticas de riego. La reforestación en forma de "muros verdes" pueden ayudar a reducir las tormentas de polvo, evitar la erosión del viento y servir como sumideros de carbono, especialmente con especies nativas adaptadas al clima. Además, todas estas prácticas también contribuyen a la adaptación y mitigación ante la crisis climática.
Recuperar usos locales como prácticas tradicionales agroecológicas adaptadas a los entornos de tierras secas con escasos recursos es otra acción útil en un contexto en el que se están perdiendo estos conocimientos, destaca el IPCC. El uso combinado de estos conocimientos agroecológicos tradicionales y las nuevas tecnologías de gestión sostenible de la tierra puede contribuir a aumentar la resiliencia ante los retos que suponen el cambio climático y la desertificación.