Entre los riesgos asociados a la diabetes también se encuentran los problemas de vista e incluso la ceguera. Pero, ¿qué tiene que ver el uso más o menos correcto que nuestras células hagan de la glucosa para que veamos peor? Dado que la célula no utiliza este monosacárido, los niveles de azúcar en sangre son mayores y, al ser los ojos órganos muy vascularizados, esta ‘composición sanguínea’ fuera de lo habitual puede repercutir en ellos hasta desarrollar una retinopatía diabética. Se trata de una complicación causada por el daño a los vasos sanguíneos del tejido sensible a la luz que se encuentran en el fondo del ojo (retina).
“Todos los tipos de diabetes pueden provocar cambios a nivel de la estructura del ojo. Estos van a implicar daños y cambios tanto a nivel de la vascularización microscópica como macroscópica”, explicaba en Twitch Andrés Gené, presidente del Colegio de Ópticos Optometristas de la Comunidad Valenciana y vicesecretario del Consejo General de Colegios de Ópticos Optometristas. Añadía, además, que en caso de diabetes tipo 1 esos cambios suelen manifestarse a partir de los 20 años de enfermedad pero que, en la tipo 2, estos pueden darse en cualquier momento, normalmente a partir de los cinco años del inicio de la diabetes.
Como adelantábamos, el ojo es un órgano muy vascularizado. De ahí que los problemas derivados de la diabetes que le afectan están relacionados con ese riego sanguíneo. “Principalmente suceden en la retina, aunque en menor medida también en el cristalino, con las cataratas”, indicaba Gené. No hay que olvidar, añadía, que no hace falta llegar a este punto para experimentar problemas visuales graves: al inicio de la enfermedad, los posibles problemas son menores, “pero la gente no es consciente de que puede tener una mejoría de las potenciales incomodidades que se le pueden presentar”: “Puede pasar incluso en las lágrimas, al tener menos cantidad, lo que se relaciona con sequedad ocular”.
En los ojos, los cambios en la cantidad de azúcar en sangre pueden repercutir, por ejemplo, en la permeabilidad de los vasos sanguíneos. “Además, como signo precoz de la diabetes en el ojo, destacan las microaneurismas: pequeñas dilataciones en pequeños vasos sanguíneos cuyo riesgo es que pueden sangrar”, explicaba Gené.
Si estos niveles de glucosa son tales como para producir una hipoxia (situación en el que el oxígeno no llega correctamente a los tejidos), el tejido comienza a morir. Si ocurre en el ojo, este empieza a segregar sustancias vasoproliferativas, sustancias de crecimiento endotelial vascular (VEGF, por sus siglas en inglés). “Estas hacen que se produzcan nuevos vasos anómalos que, dado que se forman rápidamente, pueden romperse y sangrar. Esta hemorragia que afectará a nuestra funcionalidad de la visión y nos hará ver peor”. Es lo que se conoce como retinopatía diabética.
Además, las VEGF también se relacionan con una situación de edema macular, una acumulación de líquido en la mácula (tejido sensible a la luz en la parte posterior del ojo, en el centro de la retina) que dificultan la visión.
Como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS), la retinopatía diabética es, a nivel mundial, una de las principales causas de la discapacidad visual y la ceguera. “De ahí la importancia de los cribados visuales y de la detección precoz para que el médico pueda tratarlo adecuadamente. En personas que no saben que son diabéticas, a través de un examen visual pueden detectarse signos que nos hagan sospechar que se trate de esa alteración. Cuanto antes se aplique el tratamiento, menores serán las alteraciones que se produzcan”, concluía el experto.
Este artículo forma parte del 226º consultorio de Maldita Ciencia.