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De daños a la biodiversidad al aumento del consumo energético: el impacto ambiental de las pistas de nieve artificial

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Las nevadas han disminuido en muchos lugares por el cambio climático. Esto se debe, en parte, a que las temperaturas más cálidas provocan que se evapore más agua de la tierra y los océanos y caigan más precipitaciones en forma de lluvia, según la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos. Como consecuencia, la producción de nieve artificial en las estaciones de esquí se ha incrementado considerablemente durante las últimas décadas. Pero, ¿qué impacto ambiental tiene todo este proceso? Os lo explicamos.

Los cambios en las precipitaciones impulsan la producción de nieve artificial

El cambio climático está alterando los patrones de temperatura y de precipitaciones en los sistemas montañosos. Carmen María Martínez, ambientóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, cuenta a Maldita.es que cada vez hay menos nieve

Según la experta, “la subida de la temperatura media no implica únicamente que haga más calor, sino que cada vez hay menos días de frío (suben las temperaturas mínimas) y se alteran los ciclos de lluvia y sequía”.

Las estaciones de esquí están sufriendo las consecuencias”, asegura a Maldita.es Darío Pérez Navarro, experto en eficiencia energética y cambio climático y maldito que también nos ha prestado sus superpoderes. 

Con el fin de mantenerlas abiertas, cada vez se recurre con más frecuencia a la nieve artificial y se intenta mejorar su conservación. Así lo indica el experto, que coincide con lo recogido en un estudio publicado en la revista científica Arctic, Antarctic, and Alpine Research: si en 1984 el 59% de las estaciones de esquí de Estados Unidos producían nieve artificial, en 2001 ya lo hacían el 90%.

Otra investigación publicada en la revista científica Environmental Science & Policy indica que confiar únicamente en la fabricación de nieve en las estaciones de esquí como estrategia de adaptación al cambio climático resulta insostenible.

Los cambios en los patrones climatológicos pueden suponer, además, una amenaza en la viabilidad del turismo en algunas zonas montañosas. Alejandra Paola Matus, científica ambiental especializada en sustentabilidad y cambio climático y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, cuenta a Maldita.es que, por ejemplo, a finales de los años 80 el aumento de temperaturas causó un descenso del 20% de las ganancias en los Alpes suizos.

Cómo perjudica la nieve artificial a la biodiversidad

Para producir nieve artificial, según Matus, se necesita agua, aire presurizado, energía y temperaturas bajo cero. Unas máquinas “enfrían las gotas de agua para que se congelen en el aire y caigan en forma de nieve”. 

“Normalmente durante el proceso se requieren temperaturas menores a -7 ºC”, afirma. Pero si se adhieren núcleos de hielo, “los procesos de enfriamiento se reducen hasta los -3 ºC”. 

El problema, según la experta, es que estos núcleos contienen bacterias fitopatógenas (causan enfermedades en las plantas). De ahí que, si se usan en exceso, puedan alterar el crecimiento de algunas especies de plantas alpinas.

Una revisión publicada en la revista Perspectives in Plant Ecology, Evolution and Systematics indica que la nieve artificial aumenta la entrada de agua e iones a las pistas de esquí, lo que puede tener un efecto fertilizante y, por lo tanto, cambiar la composición de las especies de plantas.

Un equipo de investigadores del Instituto suizo de Investigación de la Nieve y las Avalanchas (SLF, por sus siglas en inglés) estudió el efecto de este tipo de nieve en la vegetación en 10 estaciones de esquí de los Alpes suizos. Mientras que en las pistas con nieve artificial se redujo la cantidad de hierbas y pequeños arbustos, aumentaron las leguminosas (un grupo de plantas cuyos frutos tienen forma de vaina).

Además, esta nieve tiende a derretirse mucho más lentamente que la natural, según la Sociedad Americana de Química (ACS, por sus siglas en inglés). Este retraso puede cambiar los niveles normales del nivel freático (el límite entre el suelo seco y el saturado de agua). 

La nieve artificial también “puede crear capas de hielo sobre las plantas y dañarlas”. “Estos efectos sobre el nivel freático y las plantas tienen el potencial de alterar la biodiversidad de un ecosistema local”, afirman desde la ACS.

La nieve se produce con cantidades ingentes de agua y energía

Además de los daños a la biodiversidad, operar cañones de nieve requiere de cantidades ingentes de agua y energía, lo que también supone un impacto ambiental. Madeleine Orr, profesora de Ecología deportiva de la Universidad de Loughborough, explica en The Conversation que para mantener el suministro de nieve artificial en unos Juegos Olímpicos de Invierno como los de este año en Pekín, se necesitan más de 49 millones de galones de agua (unos 185,5 millones de litros), suficiente para llenar 800 piscinas olímpicas.

Todo este líquido, según subraya Matus, puede provenir de diferentes reservorios de agua, ríos o lagos, por lo que su composición química puede variar. “La vegetación va a responder diferente de acuerdo a los nutrientes que obtenga de cada fuente, lo que haría disminuir o alentar su crecimiento, su estructura y su fisiología”, señala la científica ambiental.

Además, Pérez alerta de que toda esta agua “se elimina de un entorno que ya de por sí está sufriendo las consecuencias de la reducción de las precipitaciones y la falta de nieve natural debido al cambio climático”. Esto puede suponer, también en estos lugares, cambios en la flora y la fauna.

Todo el líquido que se capta de los cauces naturales de los arroyos y de la propia estación se canaliza hasta depósitos y se lleva a los cañones de nieve. Según el experto, este movimiento de agua y su uso a presión conlleva “un aumento del consumo energético”. 

Desde la Sociedad Americana de Química subrayan que es muy probable que la energía necesaria para producir nieve provenga de combustibles fósiles y emita gases de efecto invernadero.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Carmen María Martínez, Alejandra Paola Matus y Darío Pérez Navarro.

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