Durante estas últimas semanas, varios titulares han hecho referencia a una recomendación contraria a lo que, por norma general, consideramos pautas para un estilo de vida saludable: que el sobrepeso podría tener un efecto protector para la salud en adultos mayores.
Sin embargo, esto no significa que subir de peso descuidando unos hábitos de vida saludables sea una buena idea, sino todo lo contrario: no es tanto pesar poco o mucho, sino de dónde procede ese peso.
El estudio y las recomendaciones de las que hablan estos titulares sí existen
El origen de la información de la que se están haciendo eco estos titulares son unas recomendaciones reales de la Asociación Dietética Británica en base a una revisión de literatura científica disponible sobre el tema en las que se incluye la siguiente frase: “en adultos mayores, algo de sobrepeso se considera más protector que estar en una categoría de peso saludable”. Pero, ¿por qué? Y, sobre todo, ¿ocurre en cualquier caso y sea cual sea el motivo de ese sobrepeso? No.
Estas conclusiones en ningún caso quieren decir que debamos tirar por tierra unos hábitos de vida saludable y que a partir de cierta edad tengamos vía libre para comer alimentos insanos habitualmente o llevar una vida sedentaria (lo que, en teoría, nos haría aumentar de peso).
En realidad, esa recomendación está relacionada con qué y cómo medimos y establecemos qué es sobrepeso, qué es un peso saludable y cómo cambia la composición corporal con los años.
¿Qué se considera sobrepeso y qué normopeso (o peso saludable)?
La forma en la que se calculan estos límites, cuándo el peso se considera saludable y cuándo deja de serlo, es el Índice de Masa Corporal (IMC). De acuerdo con el IMC, para el que se divide el peso de una persona en kilos entre el cuadrado de su talla en metros, y siguiendo los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hablamos de normopeso cuando este indicador se encuentra entre los 18,5 y 24,9 kg/m² y de sobrepeso cuando lo hace entre los 25 y los 29,9 kg/m². Por encima de esta medida, se habla de obesidad.
Por ejemplo, según los criterios de IMC, una persona de 170 cm de altura tendría un peso saludable si este estuviese entre los 54 y los 72 kilos aproximadamente, sin tener en cuenta su edad, si es mujer u hombre, la cantidad de masa grasa o muscular y su actividad física diaria…
El IMC no siempre da información fiable sobre el estado de salud de una persona
Ahora bien, para calcular el IMC se tienen en cuenta el peso y la altura, sin tener en cuenta el sexo, la edad o la actividad física de la persona. A través de esta medida, por lo tanto, no se puede conocer la composición corporal ni, por tanto, el estado de salud de una persona. “Es decir, no podemos saber si ese valor proviene de masa grasa o masa magra (que está libre de tejido graso). Y la presencia de uno u otro supone un impacto sobre la salud totalmente diferente”, explica a Maldita.es Diana Díaz Rizzolo, nutricionista e investigadora en la Universidad de Columbia (Nueva York, Estados Unidos).
Por ejemplo, en personas con una alta proporción de masa muscular, como los atletas, el IMC puede hacer que se les clasifique erróneamente como personas con sobrepeso u obesidad. Por el contrario, en otras personas un IMC bajo puede deberse a una insuficiencia de masa magra y muscular. Esto último es lo que ocurre en personas de edad avanzada: en esos casos, un IMC bajo no tiene por qué suponer niveles de masa grasa reducidos, sino “una fragilidad por una disminución de la masa muscular, al cesar o disminuir la actividad física, y una malnutrición (no en el sentido de comer menos, sino de comer peor)”, detalla la experta.
A esto se añade que la mayoría de las enfermedades crónicas avanzadas en el adulto mayor conllevan pérdida de peso (insuficiencias cardiacas, cáncer, sarcopenia, artritis, etc). “De ahí que se acostumbre a asociar el IMC más bajo con mayor mortalidad, cuando el enfoque se está llevando de forma incorrecta”. Es decir: no es tanto pesar poco o mucho, sino de dónde procede ese peso.
El IMC puede darnos información útil, pero no suficiente
Que el IMC no sea un valor para categorizar indiscutiblemente quién sí está sano y quién no no supone que no sea útil en ocasiones. “No debemos endemoniar el IMC, pero por sí solo, es difícil que nos de una información clínicamente relevante. Si no tenemos acceso a un medidor de masa (bioimpedancia) o técnicas de imagen (DXA o MRI), siempre es recomendable al menos utilizar la medición del perímetro de la cintura como marcador complementario al IMC”, explica Díaz.
Cuidado con los titulares exagerados y descontextualizados
Aunque exista parte de verdad tras estos titulares no es comodín para descuidar qué comemos, cuánto nos movemos o la calidad de nuestro descanso (otro hábito relacionado con el peso corporal).
La interpretación correcta debería ser que, ya que al envejecer aumenta el riesgo de perder músculo, es aconsejable tomar las medidas necesarias para evitar que suceda. Por ejemplo, tratando de mantener el peso, comiendo adecuadamente y a través de una estilo de vida activo, en el que es especialmente importante el entrenamiento de fuerza.
Pero, ¿nos ponemos las pilas al entrar en esta etapa? Si no lo hemos hecho antes, sí, pero no deberíamos esperar a ese momento. En palabras de Díaz, no solo se debe recomendar al adulto mayor que adopte los comportamientos necesarios para no perder masa muscular, sino también recordar al adulto más joven que genere la suficiente para llegar con una buena cantidad de ella a la vejez. En palabras de la experta, empezar a tener una vida activa a ciertas edades si no lo has sido nunca es más difícil que si el hábito ya está creado.
Primera fecha de publicación de este artículo: 12/01/2024