Si alguna vez has recurrido a la pizza precocinada, de las que se venden a falta de un golpe de horno o microondas, seguro que te resulta familiar el plástico del envase en el que muchas de ellas, dependiendo de la marca, se encuentran. Plástico del tamaño justo (obvio). ¿Quiere esto decir que es buena idea, una vez caliente y lista para comer, utilizarlo como recipiente, evitando así ensuciar un plato? Negativo. De hecho, es una mala idea, aunque parezca lo más cómodo.
“Al final ese plástico no está preparado para el calor. ¿A que no se nos ocurre meter la pizza al horno con él? Sabemos que se va a derretir”, explicaba en la Maldita Twitchería Científica Mario Sánchez (@Sefifood), tecnólogo de los alimentos. Algo parecido pasará si, tras cocinar la pizza, la servimos en este envase inicial, usándolo como plato.
“Ese plástico no está preparado para el calor residual y puede derretirse. Al hacerlo, ciertos componentes tóxicos del plástico (que se desprenden con el calor) podrían migrar al producto, que luego nos llevaremos a la boca”, con las consecuencias para la salud que esto podría suponer, añadía el experto.
De ahí que la recomendación de Sánchez, en este caso pero también por norma general, sea comprobar las instrucciones sobre el uso que debemos dar o no al recipiente que el fabricante proporciona en el propio envase. “Hay algunos de mayor categoría que resisten al microondas, como ciertos tuppers, pero no es el caso del envase de este tipo de pizzas”, concluía el experto. Si no se indica, mejor evitar someterlo a calor.