Si piensas en el aburrimiento, quizás te venga a la mente la imagen de una ostra. La frase coloquial “aburrirse como una ostra” atribuye a este género de moluscos bivalvos la condición de apatía. El origen de este término, además del hecho de que la ostra sea un animal anclado en el fondo de mares y océanos, donde ‘ve la vida pasar’, se encuentra en la antigua Grecia.
En la Atenas del siglo V antes de nuestra era se instauró la ley del ostracismo (ὀστρακισμός), un destierro por mala conducta durante 10 años. A la persona condenada se le entregaba un óstrakon (ὄστρακον), palabra griega para el concepto ‘concha’ por la forma del objeto, hecho a partir de barro o cerámica, cáscaras de huevo o, precisamente, conchas de ostra. Esta condena implicaba la privación de relaciones personales y profesionales, es decir, una vida similar a la de las ostras, explicaba Amelia Victoria de Andrés Fernández, profesora titular en el Departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga, en un artículo en The Conversation.
Para qué engañarnos, la mayor parte de la vida de la ostra adulta es poco aventurera: consiste básicamente en permanecer encerrada en un caparazón rígido. Mientras que algunas especies viven fijas en rocas o en suelos marinos, otras prefieren enterrarse en fondos fangosos. En definitiva, el sedentarismo es la principal forma de vida de la ostra. Sin embargo, antes de llegar a ese estado vital ‘hastiado’, lo cierto es que el animal lleva una vida bastante ‘movidita’.
Su primer estado vital es en forma de larva que forma parte del zooplancton, pequeños animales que flotan en el agua y son susceptibles de ser el alimento de otros animales marinos. De vida libre y gracias a sus cilios, la larva es capaz de desplazarse por las aguas de forma activa. Existen ciertas familias de bivalvos que son capaces incluso de anclarse a aletas y branquias de peces para moverse a gran velocidad. Esta fase juvenil acaba cuando llegan al fondo, se fijan en un lugar concreto y deciden llevar una vida apacible hasta el final de sus días, como aclara la bióloga marina. La ostra, por lo tanto, se aburre, pero sólo en la vida adulta y madura.
Este artículo es un despiece de nuestro 24º Consultorio de Maldita Alimentación.