Los perros y los gatos muestran gran interés por la comida de humanos pero, afortunadamente, no suele darse el caso contrario (salvo excepciones). Aun así, nos habéis preguntado si el consumo de alimento destinado a estas mascotas puede ser perjudicial para los humanos. La respuesta corta es que, aunque a largo plazo es negativo, por tener las distintas especies diferentes necesidades nutricionales (que no se cumplirían con una alimentación exclusiva con comida de perros o gatos); a corto plazo y a priori no tiene por qué suponer un problema de seguridad alimentaria.
En términos legales, la comida de mascotas abarca distintos tipos de piensos, que se definen como “cualquier sustancia o producto, incluidos los aditivos, destinado a la alimentación por vía oral de los animales, tanto si ha sido transformado entera o parcialmente como si no”. Por lo tanto, no se consideran alimentos aptos para consumo humano y están sometidos a unas normas distintas, como explica a Maldita.es Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos, dietista-nutricionista y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
“Cada especie tiene sus propias necesidades, entre ellas, las nutricionales. Los controles sanitarios para la industria de la alimentación animal no son los mismos que los de los productos que llegan a los supermercados para personas. Las exigencias son mucho más laxas y menores los requisitos para poder comercializar el producto”, aclara a Maldita.es Mar Puig, auxiliar veterinaria, educadora canina y maldita que nos ha prestado sus superpoderes..
“Nutricionalmente [los piensos] están formulados para cubrir los requerimientos de animales que tienen necesidades distintas a las nuestras, por lo que el consumo regular podría suponer un riesgo por una ingesta excesiva de determinados micronutrientes como vitamina K, o por déficits nutricionales, si son nuestra única fuente de alimento”, indica la Robles. La dietista-nutricionista señala que tanto los ingredientes de estos productos como su composición nutricional difieren de los alimentos destinados a consumo humano e incluyen otros que, por sus características, no están permitidos de cara a su comercialización para la alimentación humana, como la harina de plumas.
Las etiquetas de composición indican que muchos de estos productos están hechos a base de subproductos de carne o de pescado que, por lo general, “suelen venir de los deshechos de la industria cárnica”, es decir, suelen tratarse de “las partes de los animales que no se consideran aptas para el consumo humano” como plumas, picos, pezuñas, piel…
“La procedencia de la proteína es de tan baja calidad que el organismo no la aprovecha a través de la absorción”, explica Puig. Ahora bien, también existen opciones “elaboradas con productos frescos y de alta calidad” que garantizan la correcta absorción y aprovechamiento de los nutrientes.
No obstante, y como añade Robles, la normativa indica que los piensos que se comercialicen deben ser seguros y no tener efectos adversos para el medio ambiente ni los animales.
Por ello, el consumo esporádico “no sería peligroso” en el sentido de que “es poco probable que nos produjesen una intoxicación aguda por microorganismos o sus toxinas” ya que, “legalmente, también se establecen criterios higiénicos”, como destaca Beatriz Robles. “Que los humanos consumamos alimento de perro o gato de forma puntual o esporádica no nos tiene por qué suponer ningún problema de salud, pero hay que tener en cuenta la calidad del producto” así como sus consecuencias a largo plazo, concluye Puig.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Mar Puig, auxiliar veterinaria y educadora canina.
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