Por un lado, crítica, crítica y más crítica (merecida, sin duda) a gran cantidad de productos infantiles a base de cereales refinados y azúcar. A esto se suma el discurso de los profesionales en nutrición que recuerdan que, hoy en día y en materia de alimentación, “no es útil una fórmula basada en cómo se alimentaba a la población [a base de cereales] en el siglo XX”. “En su momento, tenía sentido, en especial por los hábitos y la actividad física de la población”, explicaba el dietista-nutricionista Juan Renvenga en Maldita.es. Ahora, añadía, no.
Ahora bien, por otro lado, está la muy repetida ‘necesidad calórica’ de los más pequeños, que debe ‘saciar’ sus requerimientos en una etapa de pleno crecimiento. Y, en esto, se oye que ‘los cereales son buenos aliados’.
Una de cal y otra de arena. Entonces, ¿son los cereales especialmente importantes en la dieta y el desarrollo de los más pequeños, sí o no? O, dicho de otra manera, ¿son las recomendaciones nutricionales sobre este alimento distintas en niños y adultos? Depende del tipo de cereales del que hablemos: no es lo mismo referirnos a cereales de grano entero que a cereales refinados de desayuno.
“Ningún pediatra debería recomendar cereales refinados para añadir al biberón de manera sistemática o como paso a seguir en la alimentación del bebé”, afirma a Maldita.es la dietista-nutricionista Júlia Farré, que añade que esta es una práctica totalmente desactualizada y desaconsejada y que se mantiene solo en casos de determinadas patologías.
Una dieta saludable no entiende de edades
La prioridad, sin duda, es promover una alimentación saludable desde edades tempranas. En opinión de Anabel Moyano, dietista-nutricionista especializada en nutrición infantil, para responder a la pregunta de si son realmente los cereales importantes en la dieta de los peques “debemos tener claras dos cuestiones”.
“La primera, que no hay estudios que avalen que los cereales hagan que los niños crezcan más rápido o sanos, y mucho menos si nos referimos a los cereales o papillas industriales que, aún hoy día, algunos profesionales siguen recomendando”, indica la experta. De hecho, en contra de la ‘sabiduría popular’, estos “no son necesarios y mucho menos imprescindibles”. A esto se suma que la gran mayoría de cereales y papillas infantiles están cargados de azúcares. “También aquellos etiquetados como ‘0% azúcares añadidos’ o ‘sin azúcares añadidos’”.
La segunda cuestión que recuerda Moyano es que los niños deben y pueden consumir, desde que inician la alimentación complementaria, cereales integrales (con el grano en entero) tal cual los consumimos los adultos. Eso sí, “siempre con las modificaciones oportunas de textura, y forma… acordes a la edad”: por ejemplo, el pan (sin sal hasta los 2 años), la pasta, el arroz, los cereales (como copos de avena, con los cuales podemos crear preparaciones como porridge o gachas) y las harinas (tortitas y otras preparaciones).
En definitiva, lo recomendable es que los niños consuman los carbohidratos diarios ‘de manera natural’, “en forma de fruta, pan, pasta, boniato, castaña, arroz, patata, quinoa, legumbre, maíz y harinas elaboradas con cereales y evitando los productos procesados como los cereales en polvo y preparados para biberón”, como indica Farré.
Es decir, fuera de los productos infantiles y ultraprocesados a base de cereales refinados, “los cereales y tubérculos sí son un grupo de alimentos importantes en la nutrición infantil, al ser energéticamente densos, al igual que las legumbres o las grasas”.
Hablemos de proporciones: cereales completos sí, ¿pero cuántos?
Según explican las expertas a Maldita.es, un plato completo ideal para los más pequeños de la casa debería constar de fruta y/o verdura; un alimento rico en hierro, tanto hemo (fundamentalmente de origen animal: pescado, marisco, carne…) como no hemo (de origen vegetal, como legumbres y derivados, frutos secos…) y un alimento energético (cereales integrales, tubérculos, legumbres y grasas saludables). Así lo confirma el Plato Saludable de Harvard adaptado a los niños, una guía visual para ayudar a educarles y alentarles a comer bien y mantenerse en movimiento.
De un vistazo, el gráfico presenta “ejemplos de los mejores alimentos para inspirar la selección de comidas y refrigerios saludables, y enfatiza la actividad física como parte de la ecuación para mantenerse saludable”, según indica la Escuela de Salud Pública de Harvard. Junto a los tubérculos, los cereales de grano entero representan alrededor de un 25%.
Lo principal es recordar que, al igual que en los adultos, la base de la alimentación de los niños deben ser los vegetales. “Es importante empezar a introducirlos desde el inicio de la alimentación complementaria, que se recomienda a partir de los seis meses”, afirma Farré.
En relación a los cereales, la Escuela de Salud Pública de Harvard recomienda elegir granos integrales o alimentos elaborados con granos integrales mínimamente procesados. “Cuanto menos procesados estén los granos, mejor”. El porqué es que estos (trigo integral, arroz integral, quinoa y los alimentos elaborados con ellos, como la pasta integral y el pan 100 % integral) “tienen un efecto más suave sobre el azúcar en la sangre y la insulina que el arroz blanco, el pan, la masa de pizza, la pasta y otros granos refinados”.
Eso sí, debemos tener en cuenta, que la alimentación principal de un bebé el primer año de vida debe ser la leche (materna o fórmula), “no los cereales ni las verduras”, subraya Farré..
Mantén el ‘no’ a los productos infantiles con harinas refinadas
El elevado contenido en azúcares de los cereales y papillas infantiles procesadas es uno de los mayores motivos por los que son tan criticados por la comunidad científica y, en concreto, por los dietistas-nutricionistas. Las recomendaciones de organismos como la Academia Española de Pediatría (AEP), la Academia Americana de Pediatría (AAP) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) son claras: que los menores de dos años eviten el consumo de azúcares añadidos.
“Incluso aquellos cereales que se venden como ‘sin azúcares añadidos’ contienen azúcar (y no poca), aunque no se considere añadida”, advierte Moyano. “Así, aunque entre sus ingredientes no encontremos el azúcar como tal, en su tabla de composición nutricional sí podemos ver altos porcentajes en la sección ‘...de los cuales, azúcares’”.
Esto es posible, como explica la experta, debido al proceso por el que los carbohidratos complejos de los cereales se dividen en otros más sencillos, muchos de ellos azúcares. A esto se le conoce como dextrinación o hidrólisis. “De ahí que, entre los ingredientes de muchos de estos productos aparezcan las palabras ‘cereales dextrinados’ o ‘cereales hidrolizados’)”.
Para entenderlo: este proceso transforma el almidón de la harina en los azúcares que lo componen. “Por eso no aparecen como azúcares añadidos, dado que no se están añadiendo, pero sí están ahí y actúan en el organismo de la misma forma”.
Por tanto y en conclusión: “Alimentemos a nuestros niños con alimentos reales de calidad y no con productos innecesarios”, apunta Moyano.