Tras la tanda de vídeos de personas que tras supuestamente ser vacunadas se les queda pegados un imán u objetos metálicos para difundir la desinformación de que estos fármacos que previenen la COVID-19 llevan metales pesados o dispositivos rastreadores, llegan fotografías y vídeos en que los imanes se quedan pegados a carne comprada en tiendas. Pero eso no implica que tengan metales: la humedad explica que se peguen objetos.
La clave es la humedad
El tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña aclara a Maldita.es que “la carne que comemos no está contaminada con metales” en la Unión Europea: "Este tipo de contaminación podría ocurrir, por ejemplo, cuando alguna pequeña esquirla se desprende de la maquinaria (si se rompe una cuchilla o se desprende una tuerca), pero es muy poco frecuente que ocurra. Además, en caso de que pasase, no supone un riesgo para el consumidor porque todas las industrias alimentarias cuentan con detectores de metales [en la Unión Europea] para que, llegado el caso, esos productos contaminados sean detectados y rechazados” antes de llegar al consumidor.
¿Y cómo es que el imán se pega, tanto a la carne de pollo como al plástico que lo envuelve? Lurueña señala que la supuesta atracción magnética se puede explicar igual que en las imágenes de personas con monedas o imanes adheridas a sus brazos: la humedad de la carne o del plástico “permite que algunos objetos ligeros y con amplia superficie queden adheridos. Si entre medias ponemos un elemento seco, como un paño, o incluso polvos de talco, veremos que la supuesta atracción magnética desaparece”. Además, en el caso del plástico “podría deberse incluso a la atracción electrostática, del mismo modo que sucede cuando frotamos un globo o un bolígrafo contra el pelo”, añade.
El pollo no tiene suficiente hierro para ser magnético
El también tecnólogo de los alimentos Mario Sánchez explica a Maldita.es que “la carne tiene hierro, pero no debería ser una cantidad suficiente como para activar un detector de metales ni sostener un imán”. El pollo tiene 1,1 miligramos de hierro por cada 100 gramos de porción comestible, según un documento con las características nutricionales de los principales alimentos de nuestra dieta editado por la Federación Española de Nutrición y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en 2018. En comparación, la lenteja tiene 7,1 miligramos de hierro, los níscalos 6,5 miligramos por cada 100 gramos y los grelos 3,1.
¿Cuánto hierro (u otros materiales ferromagnéticos como el cobalto y el níquel) haría falta para que el imán se adheriese a un alimento? Primero hay que aclarar que no sólo se trata de la cantidad del elemento potencialmente magnético sino de si el material lo es, porque no todos los compuestos de un elemento magnético tienen propiedades magnéticas. Lo explica a Maldita.es Berta Domènech Garcia, doctora en Química e investigadora de la Universidad Tecnológica de Hamburgo especializada en nanotecnología y nanomateriales, porqueque el material "debe o bien tener una significativa remanencia magnética (otro imán), o bien una permeabilidad magnética relativa mayor a uno (las puertas de los frigoríficos de acero)"., Además, "muchos compuestos multivitamínicos contienen hierro, en la sangre hay hierro, en los pimientos hay hierro, etc. Pero el hierro en éstos no está en una forma química que les permita ser 'magnéticos'", aclara la química.
¿Y entonces cuánto material 'magnético' debe haber para aguantar un imán? Pues "depende del tipo de imán y del tipo de material magnético del que se trate. Sin saber esto es difícil cuantificar. Pero sin duda, nanopartículas distribuidas uniformemente por la carne no harían este efecto, a no ser que estuvieran en una concentración muy alta, lo que las haría visibles (de color oscuro)", añade Domènech Garcia, como se ve en el vídeo siguiente que publicamos al desmentir que las vacunas contra la COVID-19 no contienen "metales pesados" ni componentes "magnéticos" que puedan atraer imanes.
Controles de calidad en la industria alimentaria
Como ya contamos cuando nos preguntasteis por el caso de las gafas que aparecieron en el interior de una bolsa de patatas fritas, en la Unión Europea es obligatorio que todas las industrias que elaboran alimentos cuenten con un sistema de gestión de seguridad de los mismos. Está formado por dos partes básicas: un sistema de prerrequisitos y otro de Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (APPCC).
Según explicó Lurueña a Maldita.es, el primero está compuesto, por una serie de requisitos previos que hacen posible que se den las condiciones adecuadas para la producción de alimentos inocuos. “Por ejemplo, que el agua empleada en la limpieza y la fabricación sea segura, que no haya plagas de insectos, etc.”, añadía.
Por su parte, el APPCC consiste en identificar partes del proceso que son especialmente sensibles y que deben controlarse para que el producto sea inocuo (se tiene en cuenta la gravedad del peligro a controlar y su riesgo, es decir, la probabilidad de que ocurra).
Lurueña propone este ejemplo: en el proceso de elaboración de una conserva de atún, un punto crítico es la esterilización, ya que hay que tener en cuenta el tiempo y la temperatura para eliminar los microorganismos patógenos.