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En el Día Internacional de la Tartamudez, cinco preguntas y respuestas sobre este patrón del habla (que no es una enfermedad)

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"No acabes mis frases, no interrumpas, no tengas prisa, no te burles y escúchame". Con estas reivindicaciones, la Fundación Española de la Tartamudez (FET) celebraba hace unos años el Día Internacional de la Tartamudez. Desde 1998, cada 22 de octubre se conmemora esta fecha para sensibilizar y mentalizar a la sociedad sobre este patrón del habla, que no es una enfermedad.

Alrededor del 2% de adultos y 5% de los niños tartamudean, lo que se traduce en unas 800.000 personas en nuestro país, según la FET. "Algunos repiten sílabas, otros alargan los sonidos o tienen bloqueos mientras hablan. Podemos decir que hay tantas manifestaciones de la tartamudez como personas que tartamudean", explican en su página web.

Según informa a Maldita Ciencia Yolanda Sala Pastor, vicepresidenta de la Fundación, este año "#RevisaTusPrejuicios" es el lema de la campaña que tiene el objetivo de informar, concienciar y normalizar la tartamudez en el ámbito de la inclusión laboral. A continuación os detallamos cinco preguntas y respuestas sobre este patrón de habla.

La tartamudez, ¿es una enfermedad?

"La tartamudez no es ni una enfermedad ni una patología, sino un patrón de habla diferente que dificulta la comunicación", explica a Maldita Ciencia la maldita Carmen Hevia Tuero, logopeda que nos ha ayudado con sus superpoderes. "Puesto que no es una enfermedad, tampoco tiene cura como tal", añade.

La FET confirma que la tartamudez es una dificultad y no una enfermedad: "no es contagiosa ni se produce por imitación. Es involuntaria y cíclica, aparece y desaparece por períodos de tiempo variables".

¿Cual es su causa médica?

No existe un acuerdo sobre de la etiología de la tartamudez, pero hoy en día se considera que se debe a diversos factores, según defiende el Modelo de Capacidades y Demandas de Starkweather. "Entre ellos, los factores biológicos y ambientales, la personalidad, las exigencias comunicativas del entorno, las experiencias durante la infancia…", enumera Hevia. Los expertos distinguen dos tipos de tartamudeo: del desarrollo y neurogénico.

"El primero ocurre en los niños pequeños, mientras aún están aprendiendo las habilidades del habla y del lenguaje", informan en la página web del Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación (NIDCD, por sus siglas en inglés). "Tiende a darse en familias y las investigaciones han demostrado que hay factores genéticos que contribuyen a este tipo de tartamudeo", continúan. De hecho, se han identificado cuatro genes diferentes con mutaciones asociadas al tartamudeo.

En relación al tartamudeo neurogénico, puede ocurrir después de un trauma o un ataque cerebral. ¿A qué se debe? Para hablar, producimos sonidos a través de una serie de movimientos coordinados de los músculos que involucran la respiración, la producción de la voz y la articulación. El cerebro controla los movimientos de estos músculos. Sin embargo, en el caso del tartamudeo neurogénico, la persona comienza a tener dificultad para coordinar las diferentes regiones que participan en el habla, obstaculizando que esta sea clara y fluida.  

¿Cómo puede influir en la vida de una persona?

La tartamudez condiciona la interacción y la comunicación de quien la padece, lo que dificulta sus relaciones sociales. También influye en la personalidad y en la percepción que tienen de sí mismos. Según Hevia, en algunos casos, las personas con tartamudez la asumen como un impedimento para realizar ciertas actividades o profesiones.

Quién sea el interlocutor, así como la situación comunicativa en general influyen en la intensidad de la tartamudez. Por ello, presentarse, hablar en público y enfrentarse a otras situaciones que provoquen nerviosismo suelen ir acompañadas de más bloqueos y repeticiones, especialmente en los niños en contextos comunes como leer en voz alta o pronunciar un discurso. "Puede suponer un suplicio para ellos", comenta Hevia.

No obstante, es importante destacar que los niños con tartamudez no se caracterizan por tener dificultades de aprendizaje y, de hecho, su inteligencia está dentro de la media. Sin embargo, las relaciones con sus compañeros y la sociabilidad se pueden ver afectadas, lo que puede tener repercusión en su rendimiento académico.

"Como interlocutores, podemos ayudarles a sentirse más cómodos, lo que mejorará su fluidez. ¿Cómo? Dándoles tiempo, dejando de intentar completar las frases por ellos o corregirles, utilizando un patrón de habla lento para que ellos también disminuyan su velocidad, evitando comentarios o recomendaciones como el típico 'habla más despacio'...", recomienda Hevia. En definitiva, hablar con ellos como lo haríamos con cualquier otra persona.

¿Cuándo hay que acudir a un logopeda?

Durante el aprendizaje de la pronunciación al hablar, es normal que los niños atraviesen una etapa de titubeos a los 3-4 años. "En la mayoría de los casos esta fase se supera, pero en algunas ocasiones esta tartamudez inicial se prolonga", puntualiza Hevia.

Ante la duda, la experta recomienda dejarse aconsejar por un logopeda, quien puede proponer iniciar la intervención o aplicar ciertas pautas comunicativas a la interacción padres-hijo. "Debemos considerar que intervenir sin necesidad puede incidir negativamente sobre el problema", advierte Hevia. El profesional observará y preguntará por el habla del niño o del adulto en distintos tipos de situaciones.

En palabras de Hevia, la intervención logopédica busca que la persona conozca y sea consciente de su patrón de habla, que lo acepte y que aprenda las herramientas y técnicas que le pueden ayudar a dominarlo. "Uno de los objetivos de la intervención logopédica es intentar que afronten retos y situaciones difíciles siendo ellos los que dominen a la tartamudez, y no al revés".

¿Existe tratamiento?

Sí, existe: aunque no termine por completo con el tartamudeo, utiliza técnicas que pueden permitir al paciente mejorar su fluidez en el habla y lograr comunicar de forma eficaz. Además, puede ayudarles a participar activamente en la escuela, en el trabajo y en actividades sociales. "La edad de la persona, los objetivos de comunicación y otros factores deciden el tipo de tratamiento", detalla el NIDCD.

Aparte de la terapia del habla realizada por el logopeda, existen dispositivos electrónicos para mejorar la fluidez, algunos de los cuales pueden llevarse puestos y utilizarse en actividades cotidianas. "La recepción retrasada del sonido (en lo que se basa la técnica que utilizan estos aparatos) hace que tengas que disminuir la velocidad del habla; de lo contrario, el discurso se escuchará distorsionado a través de la máquina", explica este artículo de la Clínica Mayo.

"El uso de dispositivos como el metrónomo o el feedback auditivo retardado (Delayed Auditory Feedback) pueden ayudar a conseguir la fluidez en las sesiones de logopedia", afirma Hevia. Esto es útil para que el paciente descubra que es capaz de emitir patrones alternativos al habitual.

Por otro lado, echar mano de terapia cognitiva conductual puede enseñar a reconocer y cambiar las formas de pensamiento que podrían repercutir negativamente en la tartamudez. "La participación de los padres en la práctica de técnicas en el hogar es fundamental para ayudar a los niños a afrontar la tartamudez", añade el texto de la Clínica Mayo. "Dada la importancia del componente cognitivo y emocional, el apoyo psicológico es esencial", incide Hevia.

En definitiva, para afrontar de los problemas derivados de la tartamudez: "Habla, no te quedes callado", pide Alfonso Sánchez García, presidente de la FET, en esta carta. "La personas que tartamudeamos tenemos derecho a tartamudear libremente y a ser escuchados y respetados. Respétanos, esta es la mejor ayuda que tú nos puedes brindar. Déjanos hablar", concluye.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Carmen Hevia Tuero, logopeda.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 22/10/2019

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