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Azúcar y obesidad, hormonas y apetito y jabalíes en las ciudades: ya está aquí el 75º consultorio de Maldita Ciencia

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¡Bienvenidos de nuevo, malditos y malditas! Como cada viernes, aquí tenéis una nueva entrega de consultorio científico. La semana pasada nos quedamos con cosas que contaros sobre dos consultas, el azúcar y el apetito, por lo que hoy ampliamos información y os contamos si es cierto que el azúcar está relacionada con la obesidad y qué factores intervienen en que tengamos más o menos hambre. Pero no solo eso: también os explicamos vuestras dudas sobre la meditación y por qué hay jabalíes que se pasean por las ciudades.

¿Qué te ha surgido otra duda a la que todavía no hemos contestado? ¡No hay problema! Te recordamos que puedes enviárnosla a través de WhatsApp (655 19 85 38), correo ([email protected]), Twitter y Facebook para que la investiguemos. ¡Manos a la obra!

¿Están relacionadas azúcar y obesidad?

La semana pasada os hablamos sobre los tres tipos de azúcar que podíamos encontrar en los alimentos y productos que incorporamos a nuestra dieta y por qué no repercutían de la misma forma en nuestra salud. Hoy continuamos hablando sobre el azúcar: esta vez nos habéis preguntado si es cierto que está de una u otra manera relacionada con la obesidad y, de ser así, cómo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la obesidad común es una enfermedad multifactorial, es decir, depende de diferentes circunstancias como la genética, la alimentación, la actividad física, el nivel de estrés o las horas de sueño.

"La alimentación por supuesto juega un papel fundamental", confirma a Maldita Ciencia Pilar Argente Arizón, investigadora en el grupo Growth, Exercise, Nutrition and Development (GENUD) experta en obesidad infantil. Entre los componentes que aumentan la posibilidad de desarrollar sobrepeso se encuentran los azúcares. Según la experta, su consumo aumenta la ingesta calórica y, por tanto, la cantidad de tejido adiposo, desencadenando respuestas inflamatorias en diferentes órganos, como el cerebro. Esta inflamación hace que el cuerpo no pueda responder adecuadamente a las señales de saciedad y el control de la ingesta se vea afectado (es decir, que comamos más).

"Aun así , el consumo de azúcares per se no puede asociarse directamente con un incremento de la obesidad: es necesario valorar el conjunto de la dieta, donde otros componentes como las grasas, juegan un papel fundamental", incide Argente.

Además, como ya explicamos la semana pasada, también influye el tipo de azúcar que consumamos. "El gran problema es el azúcar que no vemos añadido a productos como refrescos, repostería o precocinados pero también a yogures o alimentos 'light'", explica a Maldita Ciencia Diana Díaz Rizzolo, nutricionista e investigadora biomédica en diabetes y obesidad. Es decir, los azúcares añadidos.

Se nos ha hecho creer que este ingrediente, que no siempre es tan fácil de localizar, al esconderse bajo una infinidad de pseudónimos (glucosa, sacarosa, panela, melaza, dextrina, dextrosa, jarabe de maíz, concentrado de fruta, sirope de ágave, fructosa, miel...), es "indispensable para la vida, para el crecimiento de los niños, para la concentración, para disponer de la suficiente energía", cuenta la experta.

"Es cierto que la glucosa (un tipo de azúcar presente en los alimentos) es un potente motor de energía en el organismo, pero esta la podemos encontrar en alimentos mucho más interesantes, nutricionalmente hablando", explica Díaz. "E incluso, en deficiencia absoluta de esta, nuestro cuerpo puede generarla a partir de otros nutrientes, como las proteínas".

Aunque de todos es sabido la alta carga calórica de los azúcares, su relación con la obesidad no es tan simple: el azúcar añadido en los alimentos forma parte de un patrón de productos ultraprocesados que, por norma general, presentan una elevada densidad calórica y un gran sabor. "Por si la ecuación no fuera ya perfecta para ganar peso, se ha demostrado que la glucosa es responsable de la secreción de hormonas gastrointestinales responsables del aumento de apetito. Así pues, tenemos: calorías altas más baja saciedad más aumento de apetito igual a '¡Hola obesidad!'", expone Díaz.

¿De qué depende nuestro apetito?

La semana pasada también explicamos por qué nuestro apetito no dependía del tamaño del estómago y que, de hecho, este no variaba en función de la cantidad de comida que le acostumbrásemos a digerir. Por eso no hace falta más alimento que de costumbre para llenarlo y reducir así el hambre. Esta semana la pregunta es cómo regula el apetito nuestro organismo. ¿La respuesta rápida? Dependerá, entre otros factores, del tipo de alimento y de las hormonas que su interacción con las células del tubo digestivo segreguen.

"El tamaño del estómago aumenta con la edad y, por tanto, su capacidad. Sin embargo, niños con estómagos muy pequeños pueden tener obesidad, y sujetos con estómagos de tamaño normal pueden sentirse saciados de forma muy precoz", matiza a Maldita Ciencia Violeta Sastre Lozano, facultativa especialista del Área de Aparato Digestivo en el Hospital Universitario Santa Lucía, en Cartagena (Murcia). "Esto es debido a que lo importante [en relación al apetito] es la velocidad de vaciamiento gástrico o el tipo de alimento que ingerimos", añade.

Ahora bien, a pesar de no influir en el tamaño del estómago, cambiar la cantidad de alimento que ingerimos habitualmente sí interviene en los mecanismos de control del apetito. "Generalmente lo hacen a varios niveles: a nivel local en el tubo digestivo, y sobre el sistema nervioso central (lo que también influyen de forma indirecta sobre el tubo digestivo y la ingesta)", comenta la experta.

Sastre explica cómo, durante una comida, los alimentos interaccionan con las células del tubo digestivo: "Hay hormonas que controlan la cantidad de alimentos ingeridos. Si estas se bloquean o no se secretan, podremos ingerir más cantidad de alimentos". ¿Por qué? Por que la sensación de saciedad llegará más tarde. Estas hormonas (como la colecistocinina, GLP-1, péptido YY) son las encargadas de la interacción con los receptores del cerebro que controlan la sensación de saciedad.

La colecistocinina, por ejemplo, retrasa el vaciamiento gástrico, haciendo que los alimentos permanezcan más tiempo en el estómago y ralentizando su paso al duodeno. "Además, sus acciones saciantes son mayores cuanto más distendido está este (es decir, cuanto más contenido tiene)", comenta Sastre. También dependerá de la carga calórica del alimento.

Otra de las hormonas relacionadas con la saciedad es la leptina, cuya cantidad, paradójicamente, es mayor con el aumento de la grasa corporal. "Parece existir una concentración elevada de leptina en sangre de pacientes obesos, pero presentan una resistencia a su acción: no se transporta de forma adecuada a través de la barrera hematoencefálica para emitir después la orden de saciedad al tubo digestivo", detalla Sastre.

Por el contrario, la grelina es la hormona del apetito: aumenta su concentración antes del inicio de una comida y disminuye rápidamente después. "Si realizamos mayor número de ingestas al día, la concentración de grelina se mantendrá en niveles inferiores a los que tendríamos si realizamos menos", expone Sastre. "Es decir, reducir los periodos de ayuno entre comidas disminuye la sensación de hambre con la que llegamos a la siguiente comida", concluye.

Gran parte de la relación hambre - saciedad que experimentamos depende del alimento que comamos. Según Sastre, echar mano de alimentos simples y rápidos de comer y con un índice glucémico alto hará que a nuestro organismo no le dé tiempo a la producir hormonas de saciedad en zonas intestinales más lejanas, dado que se absorben rápidamente en la porción más proximal del intestino delgado. "Por tanto, la sensación de saciedad es tardía y seguimos comiendo. Esto explicaría por qué hay pacientes que, tras someterse a reducciones de estómago y tras una pérdida de peso inicial, pueden seguir presentando obesidad", aclara Sastre.

Por otro lado, los alimentos ricos en fibra, no procesados ni predigeridos, hacen que se retrase el inicio de su absorción y el vaciamiento gástrico y se sintetizan antes las hormonas de saciedad.

"Si no hacemos caso a nuestra sensación de saciedad (por las hormonas intestinales), o esta llega demasiado tarde, podremos seguir comiendo hasta llenar nuestro estómago", advierte Sastre.

¿Qué dice la ciencia sobre los beneficios de la meditación?

Otra de las dudas que nos habéis planteado es si realmente la meditación tiene efectos beneficiosos para la salud de quien lo practica o si se trata de una pseudociencia. Aunque la práctica no se incluye entre las 77 técnicas que se pueden considerar pseudoterapias según el Gobierno, sí que se encuentra en la lista de 66 terapias en evaluación.

Además, por el momento no hay evidencias científicas que muestren beneficio prosocial alguno (comportamiento social que "beneficia" a otras personas o la sociedad en su conjunto) de la meditación en la salud, más allá del efecto placebo, como muestran diversos estudios y revisiones.

Esto es lo que concluye una revisión y metaanálisis de investigaciones de las universidades de Coventry (Reino Unido), Massey (Nueva Zelanda) y Radboud (Holanda). Los resultados del trabajo se publicaron en 2018 en la revista Scientific Reports.

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Para llegar a estas conclusiones, los investigadores revisaron una veintena de estudios y observaron que la mayoría estaban sesgados y tenían errores metodológicos. De hecho, comparaban aleatoriamente sujetos que meditaban con otros que no lo hacían.

Según opinaba en la agencia SINC Miguel Farias, investigador del Centro para los Avances en Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Coventry y coautor del trabajo, algunos de los fallos se encuentran en la propia estructura de estos estudios. "Hay muchas expectativas sobre los beneficios de estas técnicas para las personas que meditan y aquellas que las investigan. Esto parece haber sesgado los resultados de los estudios previos", incide Farias.

Si bien es cierto que, según los autores de la revisión, tras las sesiones de meditación hubo cierta mejora en el comportamiento prosocial de los participantes, esta dependía de la calidad metodológica del experimento y en muchos se pueden señalar algunos errores. Farias indica, por ejemplo, que "el profesor en las sesiones de meditación analizadas era coautor del estudio".

Los investigadores concluyen la revisión volviendo a incidir en que "la adaptación de las prácticas espirituales al laboratorio sufre de debilidades metodológicas" y que "antes de poder realizar una buena investigación sobre los efectos prosociales de la meditación, es necesario abordar estos problemas".

Esta otra revisión, publicada en 2017 en la revista Perspectives on Psychological Science, hace de nuevo hincapié en los fallos metodológicos y en la debilidad de los estudios científicos que se han llevado a cabo en relación a la meditación. Señala, en primer lugar, la dificultad para definir y delimitar tanto la propia técnica como los beneficios que se le atribuyen.

"Es fundamental definir con minuciosidad un concepto para poder investigarlo y saber si el fenómeno es o no real", explica aquí el neurólogo Steven Novella. Como propone el investigador, si la pregunta es si 'X' existe, tendremos que dar una definición concreta de qué es esa 'X' ya que, si no, será fácil malinterpretar la evidencia o evitar aceptar que esta no existe.

"En otras palabras, la meditación puede tratarse tan solo de un método para lograr otros estados, como la relajación. En ese caso, podría decirse que 'la meditación es un método efectivo de relajación, que puede tener beneficios', pero no que 'es un fenómeno único con beneficios específicos y únicos'", acalara el neurólogo.

Puedes leer más sobre el tema en este artículo de Novella publicado en Science Based Medicine.

¿Por qué hay jabalíes en las ciudades?

Hace unos días varios medios de comunicación publicaron vídeos en los que se veía a una pareja de jabalíes en la zona de Las Tablas (Madrid) y a otro cruzando la autopista A-1 muy cerca del nudo de Manoteras. Hemos preguntado a los expertos a qué se debe este comportamiento de los animales. 

https://twitter.com/MSMigallon/status/1217537308012040192?s=20

"Los jabalíes cruzan las carreteras o atraviesan núcleos humanos en sus movimientos rutinarios entre parches (áreas) de hábitat adecuado", explica a Maldita Ciencia José Luis Tellería, investigador del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "Pero su penetración en ambientes urbanos se relaciona habitualmente con la búsqueda de comida", añade.

El biólogo indica que los jardines bien regados en época de sequía o las concentraciones de basuras poco controladas atraen a estos animales omnívoros (que comen tanto vegetales como animales). 

"Si identifican un recurso habitualmente disponible en el espacio urbano incluirán nuestras calles y carreteras en sus desplazamientos rutinarios", detalla el profesor de la UCM. A esto se suma que la urbanización está limitando su hábitat natural.

"Hemos invadido sus hábitats. Somos los humanos los que durante los boom urbanísticos hemos conquistado zonas naturales donde hay animales que reclaman sus antiguos dominios", subraya a Maldita Ciencia Emilio Virgós, investigador del departamento de Biología y Geología, Física y Química Inorgánica de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC).

Según los expertos, lo más probable es que estos animales procedan de la zona de El Pardo y recuerdan que se han adentrado también en otros núcleos urbanos, como Barcelona y otras ciudades con bosques y otros ambientes naturales en sus alrededores.

En cuanto a cómo actuar si nos encontramos con uno de ellos, en este vídeo publicado en la cuenta de Twitter del 112 de Madrid, Adolfo Verdugo, jefe de la Unidad de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid, da algunos consejos.

https://twitter.com/112cmadrid/status/1218104240557776896?s=20

Si nos los encontramos cuando vamos caminando los expertos recomiendan no hacer nada. "Los jabalíes no son animales, por lo general, agresivos con los humanos. Tienden a huir", destaca Virgós. "Solo si están heridos o se sienten acorralados algunos individuos pueden mostrarse agresivos", añade. En ese caso, según el investigador de la URJC lo mejor es mantener la calma porque la mayoría de las veces solo amagan con atacar, sin llegar a hacerlo.

"Lo mejor es no hostigarlos ni intentar capturar una cría", recalca Tellería, que recuerda que si paseamos con un perro, lo mejor es atarlo y no dejar que les altere porque puede correr peligro.

En el caso de ir conduciendo la situación cambia. El investigador de la UCM ha investigado la relación entre estos animales con los accidentes de tráfico. "Como recoge este estudio, son la principal causa de accidentes por fauna en España", indica. El biólogo aconseja extremar las precauciones si corremos el riesgo de colisionar y tener en cuenta que, como se mueven en grupos, la colisión puede implicar a más de un animal. Además, su gran masa acentúa la virulencia del choque. 

Y por último...

Siempre os decimos que estamos encantados de ayudaros y responder a vuestras preguntas. Pero también os decimos que, para algunas preguntas, no nos necesitáis a nosotros sino a un médico especialista que conozca vuestro caso y pueda orientaros. ¡Hasta el viernes que viene!

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