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Por qué no se debe echar lejía por el inodoro para evitar la expansión del coronavirus: no sirve de nada y es peligroso para el medio ambiente

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Nos habéis preguntado por un mensaje en el que se recomienda echar una taza de lejía cuando se utilice el inodoro, el lavabo, la bañera o la ducha para evitar la expansión del coronavirus. La Sociedad Española de Microbiología califica esta medida de “atentado medioambiental” y recuerda que el agua que llega a los hogares ha pasado por tratamientos que eliminan o inactivan el virus. Os contamos lo que sabemos al respecto. 

CADENA ANALIZADA POR MALDITA.ES
Por favor agregar una taza de lejía en cada canalización de sus inodoros, lavabos, bañeras, duchas, fregaderos… Las autoridades holandesas han descubierto que el virus está creciendo y multiplicándose en el sistema de aguas residuales. Descubrieron que incluso las personas que estaban confinadas en sus casas cogieron el virus y decidieron analizar el agua y todo el sistema de aguas residuales y encontraron el virus activo en las alcantarillas. Pida a todos sus conocidos que hagan lo mismo. Todos los desinfectantes fuertes y corrosivos como Lysol pueden desempeñar el mismo rol pero la lejía concentrada es la mejor opción. Que corra la voz.

Echar una taza de lejía concentrada por el lavabo es “un atentado medioambiental”

La lejía ha demostrado ser un producto efectivo para desinfectar las superficies en las que pueda haber coronavirus u otros microorganismos. Aquí os explicamos la forma de hacerlo. “Si se quiere desinfectar el inodoro, se puede echar media taza pequeña al agua y dejar actuar media hora. De hecho es aconsejable este tipo de higiene en domicilios donde viven enfermos diagnosticados”, explica la Sociedad Española de Microbiología a Maldita Ciencia.

Pero una cosa es desinfectar el inodoro cuando sea necesario y otra echar una taza de lejía concentrada por el lavabo, la bañera, el fregadero o el inodoro cada vez que se usan. La Sociedad Española de Microbiología lo califica como "un atentado medioambiental”. La lejía sin diluir, según sostiene, es muy agresiva y debe diluirse en agua para su uso.

La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) explica que la lejía o hipoclorito de sodio tiene efectos muy tóxicos y duraderos para los organismos acuáticos. La ECHA sostiene que no tiene datos datos públicos registrados sobre las rutas por las cuales es más probable que el hipoclorito de sodio se libere al medio ambiente.

Sin embargo, la compañía de productos químicos Ercros explica que “raramente se da esta exposición”. “Los restos de hipoclorito sódico domésticos que se van por el desagüe o el retrete son destruidos por reacción con materia orgánica antes de llegar al medio ambiente”, indica. 

Este informe de la Unión Europea también señala que cuando la lejía usada en casa llega a las aguas residuales, "el material orgánico y nitrogenado consumirá prácticamente todo el hipoclorito". Por lo tanto, no cree probable que llegue a las plantas de tratamiento de aguas residuales ni al medio ambiente acuático.

La Sociedad Española de Microbiología explica que ambos organismos se refieren a las dosis desinfectantes de lejía diluida que se usan habitualmente y no a la lejia concentrada pura, "que es una bomba". "Si todos entramos en un frenesí desinfectante, esa situación puede ya no ser tan rara", afirma.

Aunque reconoce que se puede discutir es el efecto de dilución en los acuíferos y la semivida (es decir, la tasa de descomposición) de los microorganismos, insiste en que "una cosa es higienizar el agua potable con pequeñas cantidades de cloro de manera controlada y otra cosa es echar lejía pura por el desagüe". Es decir, según explica, "todo depende de la dosis": "Imagina que toda una ciudad o un pueblo se pone a tirar lejía por la pila".

El Ministerio de Sanidad ha publicado un documento con fecha de 20 de mayo de 2020 sobre el coronavirus y el agua residual urbana en el que dice que "no es necesario desde el punto de vista sanitario el verter lejía en inodoros, lavabos, bañeras, duchas o fregaderos cada vez que se utilicen" que "además causaría una grave contaminación ambiental, así como una alteración a los procesos que depuran las aguas residuales antes del vertido".*

Carlos Gutiérrez Jiménez, maldito que trabaja en una depuradora de aguas residuales, cuenta a Maldita Ciencia que un llamamiento a gran escala para que todo el mundo eche lejía por los desagües sería perjudicial para las depuradoras de aguas y, por lo tanto, para el medio ambiente.

"Si con el agua residual llegasen grandes cantidades de lejía, probablemente dañarían las bacterias que se utilizan en los tratamientos biológicos para depurar el agua residual. Esto se podría traducir en un grave problema al no poder depurar el agua convenientemente y de acuerdo a la normativa antes de devolverla a los ríos", afirma.

El agua que llega a los hogares pasa por un tratamiento que inactiva el virus

El texto indica que “incluso las personas que estaban confinadas en sus casas cogieron el virus”. Como ya os contamos aquí, el agua que llega a los hogares pasa antes pasa por un proceso de potabilización que elimina o inactiva el virus, según los CDC.

"Los métodos convencionales de tratamiento de agua que usan filtración y desinfección, como los de la mayoría de los sistemas municipales de agua potable, deben eliminar o inactivar el virus que causa COVID-19", indican. El coronavirus cuenta con una membrana exterior que lo protege. La OMS afirma que los virus envueltos, generalmente, son menos estables en el medioambiente y son más susceptibles a los oxidantes como el cloro. 

El departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Cataluña explica así cómo eliminan los virus en el proceso de potabilización: “En el tratamiento del agua hay dos etapas del proceso que inciden específicamente en los virus, incluyendo también el coronavirus. La ozonización (inyección de ozono al agua) y la cloración. Por otro lado, el cloro también preserva su calidad durante el transporte”.

Por el momento, no se han hallado restos de SARS-CoV-2 en el agua potable. Tanto la OMS como los CDC y el Ministerio de Sanidad aseguran que el consumo de agua potable es totalmente seguro. El Gobierno explica que el actual tratamiento de desinfección de las aguas en España así lo asegura. 

También los investigadores que han hallado en el agua residual de los Países Bajos trazas genéticas del nuevo coronavirus (una investigación que explicamos con más detalle un poco más abajo) insisten en que el agua potable “está bien protegida contra los virus”. 

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), que también recomienda a los ciudadanos de este país seguir bebiendo agua del grifo de forma habitual, advierte de que no es necesario hervir el agua potable como medida de precaución contra la COVID-19.

El agua de los desagües nunca se mezcla con el agua de consumo

Joaquín Ruiz, biólogo especialista en genética, microbiología y virología y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, cuenta a Maldita Ciencia que “no hay ningún circuito que permita que aguas residuales lleguen a nuestro hogar”. Según asegura, ninguna persona ha podido contraer el virus por contacto con un inodoro o grifo de una casa en la que no haya habido un enfermo.

“¿Se ha parado esa gente a pensar en la cantidad de virus diferentes que los cientos de miles de enfermos de otras enfermedades virales están evacuando en nuestras aguas residuales?”, pregunta. Esos virus “nunca nos llegan porque el agua residual y el agua de consumo no están directamente relacionadas”. Por ello, aconseja no añadir más sustancias químicas al agua de desecho, “porque a los humanos no vuelven, pero a los ecosistemas acuáticos sí y los podemos alterar gravemente”.

No hay evidencias de que las trazas halladas en aguas residuales tengan capacidad infectiva

El mensaje difundido en WhatsApp indica que, tras analizar “el agua y todo el sistema de aguas residuales”, en Holanda se ha encontrado el virus activo en las alcantarillas. Además, señala que “las autoridades holandesas han descubierto que el virus está creciendo y multiplicándose en el sistema de aguas residuales”. 

Gertjan Medema, del instituto de investigación del agua KWR, ha analizado con su equipo las aguas residuales de los Países Bajos. Según indica a Maldita Ciencia, el mensaje difundido “no tiene sentido”. Si bien es cierto que su equipo ha encontrado trazas del SARS-CoV-2 en aguas residuales de este país, a día de hoy no hay evidencias de que el virus pueda crecer ni multiplicarse en el agua. “Solo puede multiplicarse en nuestras células”, explica Medema. 

Tampoco se ha demostrado que las trazas encontradas tengan capacidad infectiva: “Hemos encontrado el ARN del virus en las aguas residuales, pero no el virus infeccioso. Incluso en las heces de personas con COVID-19 es casi imposible encontrar virus infecciosos”. E insiste en que “en ninguno de los países que sufren la pandemia hay una señal de que las personas (incluidos los trabajadores de alcantarillado) se contagien a través de la exposición a las aguas residuales”.

En la misma línea se posiciona el químico Franco Vairoletti, otro de nuestros malditos, que subraya que encontrar material genético del virus en una muestra no implica que el virus esté activo (es decir, que sea infectivo) en esa muestra. “Para demostrar eso hay que tener en cuenta otros factores, como que la estructura del virus esté intacta, la carga viral en la que se encuentre y el riesgo de exposición que implique la muestra”, explica a Maldita Ciencia.

El Ministerio de Sanidad indica que se ha detectado material genético de SARS-CoV-2 "en aguas de entrada a plantas depuradoras" pero "no hay evidencia, hasta la fecha, que este virus o su material genético puedan causar la enfermedad si una persona está expuesta, eventualmente, a aguas residuales no tratadas". Además, "en las aguas residuales sometidas a proceso de depuración la probabilidad de encontrar virus activos es baja, la dilución posterior al tratamiento de estas aguas en grandes masas de agua disminuye aún más el riesgo de presencia del virus"*

Hay otros lugares en los que también se han hallado trazas genéticas del nuevo coronavirus en las redes de alcantarillado. Por ejemplo, París, Roma, Milán, Massachusetts o Murcia. En estos casos tampoco se ha demostrado que el ARN viral que queda en las aguas fecales sean virus con capacidad de infectar.

Como ya os explicamos aquí, en la actualidad no se sabe con certeza cuánto tiempo puede permanecer el SARS-CoV-2 en el agua. “Los estudios de laboratorio de otros coronavirus que tienen lugar en ambientes bien controlados indican que el virus puede permanecer infeccioso en agua contaminada fecalmente desde días hasta semanas”, explica la Organización Mundial de la Salud.

No hay evidencias de contagio por contacto con aguas residuales

Gutiérrez indica que normalmente para entrar en contacto con este tipo de agua habría que acceder a las redes de saneamiento (arquetas, tuberías de conducción, pozos sépticos) o trabajar en ese campo, “lo cual no implica necesariamente un contagio”. 

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirman que todavía no se sabe si este virus puede causar enfermedades si una persona está expuesta a aguas residuales no tratadas o sistemas de alcantarillado. No hay evidencias científicas hasta la fecha de que esto haya ocurrido. “En este momento, se cree que el riesgo de transmisión del virus que causa la COVID-19 a través de sistemas de alcantarillado adecuadamente diseñados y cuidados es bajo”, afirman.

Albert Bosch Navarro, catedrático del Departamento de Microbiología de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, afirma que todo indica que estas trazas no podrían contagiarnos debido a que el virus tiene una estructura poco estable y a que este se excreta en las heces "ya mayormente inactivado”. “De ninguna manera representan un riesgo desde el punto de vista de la salud pública”, afirma en una entrevista en el portal Tecnoaqua. Además, destaca que la presencia del virus en aguas residuales permite trazar la prevalencia de la infección en la población.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes los malditos Joaquín Ruiz, biólogo especialista en genética, microbiología y virología, el químico Franco Vairoletti y Carlos Gutiérrez Jiménez, experto en el tratamiento de aguas residuales.

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* Actualizado el 26 de mayo con el documento del Ministerio de Sanidad.

  • Publicada en mayo de 2020
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