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MALDITA CIENCIA

Qué sabemos sobre la calvicie y su transmisión genética por vía materna

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Si habéis llegado a esa edad en que cada mañana os miráis en el espejo la melena, contando a cuántos pelos de distancia estáis de la calvicie, o ya directamente os sentís identificados con Filemón, don Limpio o el calvo de la Lotería, seguro que habéis escuchado mucho la afirmación que nos habéis hecho llegar: ¿es toda culpa de los genes del abuelo materno?

Para contestar a esta pregunta, hemos hablado con la dermatóloga Inés Escandell González, maldita que nos ha prestado sus superpoderes.

Candell nos ha explicado que “lo que la gente conoce como calvicie común es lo que los dermatólogos llamamos alopecia androgenética, que puede ocurrir tanto en hombres como en mujeres (aunque es más frecuente en los primeros) y es el subtipo de alopecia más frecuente en la población”.

Ahora bien, el origen de la calvicie no es único, e intervienen varios factores. Y sí, eso de las hormonas que también habéis escuchado es cierto: “Sobre todo está implicada la sensibilidad a las hormonas androgénicas (que son las hormonas sexuales ‘masculinas’: testosterona, dihidrotestosterona androstendiona…) y la predisposición genética”, dice nuestra maldita dermatóloga.

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Y añade: “Los folículos pilosos son sensibles a los andrógenos circulantes, y cuando estos andrógenos interaccionan con sus receptores del folículo, se producen ciertos cambios de manera progresiva que van haciendo que ese folículo sea cada vez de menor tamaño hasta que el pelo se convierte en vello e incluso desaparece. No todos los folículos del cuerpo son igual de sensibles a los andrógenos, y lo habitual es que los más sensibles sean los de la región temporal (las ‘entradas’) y el vertex (donde aparece la típica calva en la coronilla), por eso son estas zonas donde suele comenzar a verse la pérdida de pelo”.

¿Si el astronauta Luca Parmitano luce una hermosa bola de billar en el espacio es culpa pues de su abuelo (materno)? No exactamente.

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“La frase de ‘fijarse en el abuelo materno’ tiene cierto sentido, ya que el gen que codifica el receptor de andrógenos está en el cromosoma X y, por tanto, las mujeres lo pueden heredar de cualquiera de los progenitores, pero los hombres solo de la madre. El problema es que éste no es el único gen implicado, y la genética no lo es todo. Si un hombre tiene familia materna afectada por alopecia androgenética, tiene más posibilidades de desarrollarla, sí, pero no tiene por qué desarrollarla necesariamente”, asegura Candell. 

El también maldito Antonio Marco Castillo, profesor de biología de la Universidad de Essex en Reino Unido nos confirma que hay muchos factores genéticos que intervienen en la calvicie, no solo el de la parte materna: “Este tipo de alopecia tiene un componente genético complejo: técnicamente, decimos que es una condición poligénica. Esto es, son muchos los genes que tienen un efecto, y además la acción de estos genes está influenciada por otros genes (lo que se llama epistasis en términos técnicos) y también por factores ambientales”.

¿Y qué es lo que la genética nos dice sobre la calvicie? “Que si en una familia hay muchos casos de alopecia hay más probabilidades de que nuevos hijos acaben desarrollando alopecia que si en la familia hubieran pocos casos”, explica Marco. “Sabemos que la acción de los andrógenos tiene un papel importante, aunque a edades avanzadas, a pesar de bajar la producción de andrógeno las alopecia sigue progresando. Y lo más importante, sabemos que no es una condición debida a un solo gen localizado en el cromosoma X”. Aquí una revisión de 2017 en la revista Endocrine sobre todo lo que sabemos hasta la fecha de los mecanismos moleculares y de la patofisiología de la alopecia.

La creencia que todo depende del abuelo materno no es moderna: tiene más de 100 años, de hecho. “Un artículo publicado en 1916, ya proponía que la alopecia se heredaba de forma mendeliana (esto es, debido a la transmisión de un gen único), lo que hizo que la comunidad dermatológica creyera durante mucho tiempo que ese era el caso. Esta creencia, que yo mismo tenía por cierta cuando era estudiante, no está contrastada científicamente,” confiesa Marco.

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¿Y qué pasa si no nos sentimos cómodos como Jean Luc Picard con nuestro tobogán para piojos?

Pues, dice Candell, algo sí que se puede hacer. “Los tratamientos que más utilizamos en la actualidad son los fármacos antiandrogénicos (finasteride y dutasteride), que son capaces de frenar la progresión en un gran porcentaje de pacientes e incluso recuperar parcialmente la densidad en muchos casos, y el minoxidil, aunque existen muchos más tratamientos.”, explica Candell. Y concluye: “Para poder hacer algo con la alopecia, lo primero es acudir a un dermatólogo o a una dermatóloga para que la diagnostique adecuadamente, ya que no todos los tipos se tratan igual, y para que proponga un tratamiento. En muchos casos conseguiremos resultados más que aceptables”.

Para la redacción de este artículo, nos ha prestado sus superpoderes la dermatóloga Inés Escandell González y el biólogo Antonio Marco Castillo.


Primera fecha de publicación de este artículo: 10/08/2020

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