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En qué consiste la ventilación asistida: es "un paso extremo" y a algunos pacientes les pueden quedar secuelas

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Algunos nos habéis hecho llegar vuestras dudas sobre en qué consiste la ventilación asistida y cómo de invasivo es este procedimiento médico. Los respiradores se utilizan cuando los pulmones de un paciente están dañados o si padece alguna lesión que le impide respirar por sí mismo. Normalmente se recurre a ellos para pacientes graves y usarlos puede dejar secuelas, según afirma a Maldita Ciencia la Sociedad Española de Medicina Intensiva (SEMICYUC). Os contamos lo que sabemos al respecto.

La ventilación asistida intenta suplir la función de los pulmones del paciente

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) afirma en una publicación en su web que los respiradores son "equipos invasivos muy precisos y complejos, diseñados para su utilización en el soporte vital de un paciente que está en una situación crítica".

Candelaria de Haro, coordinadora del Grupo de Trabajo de Insuficiencia Respiratoria Aguda de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, explica a Maldita Ciencia que normalmente se recurre a la ventilación asistida cuando se intenta suplir de forma parcial o total la función de los pulmones del paciente. 

Es decir, se utiliza cuando una persona, por diferentes circunstancias, “no puede respirar como en ocasiones normales y necesita una ayuda”. Esta ayuda puede ser total (si el paciente no participa en la función de ventilar) o parcial (sí que participa). En ambos casos, según explica, se utiliza un respirador. 

Cuando se intuba a un paciente, es necesario disminuir su nivel de conciencia 

Hay que distinguir entre la ventilación asistida invasiva y la no invasiva. Para esta última, según De Haro, se utiliza una máscara y el paciente tiene que estar despierto. En el caso de la ventilación mecánica invasiva, es necesario intubar al paciente. Es decir, “meter un tubo por la boca que le llega hasta la tráquea”. Para ello, hay que “dormir y relajar al paciente”.

Cuando se ventila de esta forma a un paciente, es necesario disminuir su nivel de conciencia para que pueda tolerar la intubación, según cuenta a Maldita Ciencia Javier Asensio, residente de cirugía maxilofacial del Hospital 12 de Octubre y el coordinador médico del proyecto The Open Ventilator: “Estas metiendo un tubo dentro de su tráquea y en condiciones normales eso genera tos y otros reflejos. Lo que haces es inhibirlos”. 

Para el control del dolor, se tiene que administrar analgésicos al paciente y, en ocasiones, “hay que hacerle un bloqueo neuromuscular, es decir, se paraliza su cuerpo para que sus músculos no hagan resistencia cuando les metemos el aire”.

Que un paciente tenga que recurrir a un respirador “es un paso extremo” 

Durante la pandemia, hay pacientes con COVID-19 que han precisado de este tipo de ventilación. Asensio explica que esto se debe a que el coronavirus genera un gran síndrome del distrés respiratorio (una reacción inflamatoria en el pulmón que da lugar a una insuficiencia respiratoria muy grave).

“Algunos pacientes tienen un gran fallo respiratorio sin tener un gran fallo de otros órganos asociado. Son pacientes muy difíciles de ventilar porque ese pulmón se hace muy frágil y muy duro. Necesitas una presión suficiente para poder mantenerlo y ventilarlo, pero que no sea muy alta para evitar dañar el pulmón en vez de conseguir que se recupere”, afirma.

David Callejo, médico anestesista del Gregorio Marañón, explica que la mayoría de pacientes con COVID-19 que necesitan un respirador son personas mayores o con comorbilidades: “Una vez que tus pulmones no funcionan y necesitan un respirador tienes que ingresar en una unidad de reanimación o de cuidados intensivos. Siempre se intenta que sea la última medida porque es un paso extremo. Pero hay muchos casos en los que es lo último que nos queda”, afirma a El País.

Los pacientes deben ser cambiados de posición para evitar lesiones en la piel

Una vez intubado, un paciente con COVID-19 puede pasar intubado semanas. Asensio explica que, además de que se utilizan colchones especiales, hay que moverlo con cierta frecuencia y cambiarlo de posición para evitar que le salgan escaras o úlceras de decúbito (lesiones en la piel y el tejido inferior que resultan de una presión prolongada sobre la piel). 

Durante todo este periodo, según cuenta De Haro, se le alimenta a través de una sonda que se coloca por la nariz y va al estómago y a veces es necesario darle la vuelta y ponerle boca abajo. Tal y como os explicamos aquí, esta es una medida que se está haciendo en hospitales y hay estudios que apoyan su eficacia, pero falta más evidencia científica.

La Organización Mundial de la Salud "recomienda encarecidamente" poner boca abajo durante entre 12 y 16 horas cada día a los pacientes adultos críticos con síndrome de dificultad respiratoria aguda con ventilación mecánica. Basa esta recomendación en un artículo científico de 2013 que encontró que colocar pronto y de forma prolongada en posición prono (boca abajo en la jerga médica) a pacientes graves con síndrome de dificultad respiratoria aguda severa redujo significativamente la mortalidad frente a colocarlos boca arriba. 

“Algunos pacientes con COVID-19 han pasado hasta 40 días con ventilación asistida”

Que un paciente tenga que recurrir a la ventilación mecánica, según De Haro, implica que está “muy grave”. No es lo mismo si esto le ocurre a un paciente joven que a uno mayor. Tampoco si tiene patologías previas o no: “Cuanto más mayor y con más patologías, más complicado”.

El tiempo que un paciente con COVID-19 puede estar con un respirador varía de días a semanas dependiendo de diferentes factores. De Haro afirma que depende del paciente, la gravedad, hasta qué punto haya afectación, si tenía enfermedades previas o no. “Algunos han pasado hasta 40 días con ventilación asistida”, sostiene. 

Un paciente que necesita un respirador no necesariamente tiene que estar dormido hasta que se lo quiten: “Los primeros días sí que están dormidos porque son pacientes muy graves y se trata de una ventilación muy estricta. Pero en función de la evolución poco a poco los puedes ir despertando”. De hecho, “el paciente tiene que estar despierto antes de quitar la máquina”. El objetivo, según la doctora, es comprobar que una vez que se le saque el tubo, va a respirar de forma normal.   

La pérdida de masa muscular y las alteraciones a nivel cognitivo, entre las secuelas

A los pacientes que han tenido que recurrir a la ventilación asistida a veces les quedan “muchas secuelas”. En primer lugar, las estancias prolongadas en la UCI provocan una pérdida de masa muscular. “Es la llamada debilidad adquirida en la UCI y pasa al no moverse y estar en cama”, cuenta la doctora. Afecta de diferente manera a cada paciente: “No será lo mismo en uno de 20 que en uno de 80”. En principio esta debilidad “no es para siempre”. Al recibir el alta de la UCI, “muchos necesitan hacer rehabilitación y fisioterapia” para recuperarse. 

También pueden sufrir alteraciones a nivel cognitivo: “Se despiertan desorientados, es lo que se conoce como delirio, y después pueden tener algún tipo de secuela”. “Las alteraciones a nivel neuropsicológico o cognitivas se están estudiando ahora. Se ha visto que hay pacientes que al año aún tienen algunas secuelas leves como algún déficit de memoria o de atención. Igual que haces rehabilitación física, puedes hacer terapia neurocognitivas para intentar estimular y que esto se recupere”, afirma.

Los pacientes podrían además sufrir lesiones en las cuerdas vocales, ya que el tubo pasa a través de ellas, según De Haro. Pero se pueden tomar medidas para evitarlo: “Cuando un paciente tiene que estar más de 10 o 15 días con el tubo, hacemos una traqueotomía para poder quitar este tubo de la boca y dejar las cuerdas vocales libres”, afirma. Es decir, se le hace un agujero en el cuello que va directamente a la tráquea.  Con esta medida, aunque “sí pueden tener un poco de afonía de entrada, las lesiones graves no son lo más habitual”.

Pacientes en coma o que se han sometido a una intervención quirúrgica también necesitan respiradores

Durante la pandemia, diferentes medios han informado de la falta de respiradores por la situación generada por el coronavirus. La AEMPS ha reconocido que "la crisis sanitaria de la COVID-19 está suponiendo un elevado y creciente número de pacientes que precisan soporte ventilatorio invasivo en las Unidades de Cuidados Intensivos". "Esta situación sin precedentes genera una necesidad de ventiladores mecánicos por encima de la disponibilidad habitual", afirma.

No solo los pacientes con COVID-19 pueden precisar ventilación asistida. Hay muchas otras situaciones en las que un paciente puede necesitar un respirador, según De Haro, que menciona diferentes casos. Por ejemplo, si tiene un problema pulmonar, cuando se le somete a una intervención quirúrgica en la que le tienen que sedar de forma muy profunda o si está en situación de coma. 

“También hay pacientes que pueden necesitar ventilación estando despiertos para ayudar a los músculos pulmonares”, afirma. Por ejemplo, indica que los pacientes con la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) pueden llegar con fatiga muscular y necesitar unos días de ventilación (a través de una mascarilla).

Otros pacientes pueden precisar ventilación asistida por enfermedades neuromusculares porque “aunque los pulmones están bien, los músculos no tienen fuerzas”. E incluso hay personas, como pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que necesitan llevar una máquina de ventilación asistida “para siempre”.

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