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Un lugar donde escapar del calor a menos de 10 minutos: cómo se tejió la red de "refugios climáticos" de Barcelona

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  • La red de refugios climáticos de Barcelona se ha convertido en un referente internacional para la protección de los ciudadanos ante el calor
  • Expertas destacan sus criterios claros a la hora de seleccionar los espacios o la estrategia de adaptar primero escuelas y otros edificios municipales para incorporarlos a la red
  • Sin embargo, aún tienen limitaciones: un tercio cierra en agosto y muchos ciudadanos no conocen este recurso

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Septiembre ha llegado y en Barcelona los termómetros ya no alcanzan los 34 ºC de los meses de verano, pero en el Parc de l’Espanya Industrial, a pocos pasos de la estación de tren de Sants, todavía se puede encontrar a vecinos de todas las edades que acuden buscando el fresco. Algunos se tiran en la hierba junto al lago, otros aprovechan la cancha de baloncesto, la de voleibol o las mesas de pin pon. En la entrada, una lona con un termómetro dentro de un círculo rojo y azul lo señala como uno de los 360 refugios climáticos que hay distribuidos por toda la ciudad.

La red de refugios climáticos de Barcelona, que comenzó con 70 espacios en 2020, surgió a raíz de los encuentros del grupo de trabajo Cool Cities, un proyecto en el que varias ciudades comparten ideas para lidiar con el calor en las zonas urbanas. Aunque el objetivo final es reducir la temperatura de la ciudad mediante el aumento de arbolado o la reducción de asfalto, los refugios climáticos proporcionan un alivio ante el calor extremo como medida de urgencia.

Este concepto surgió en varias ocasiones durante los encuentros de Cool Cities y Barcelona empezó a estudiar cómo se podía implantar en su ciudad, que ahora se ha convertido en pionera. No tanto por ser la primera, porque ya existían los cooling centers en Reino Unido o en Australia, sino por la metodología usada para adaptar la idea a su realidad local ¿Qué es lo que ha hecho bien la Ciudad Condal y cómo lo ha conseguido?

“Lo que hace que Barcelona sea un buen ejemplo es que los refugios tienen criterios muy claros”, apunta Ana Terra, investigadora especializada en adaptación urbana al cambio climático en el Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3). En pocas palabras, un refugio climático es un espacio que permite refugiarse ante temperaturas extremas —frías o cálidas—, cumpliendo además una serie de condiciones. Por ejemplo, ofrecer una temperatura de unos 26 o 27 ºC, acceso a agua, sitios donde sentarse o baños públicos. Si son espacios exteriores, como parques, deben tener un mínimo de superficie verde y sombra.

Personas en el Parc de l’Espanya Industrial, uno de los refugios climáticos de Barcelona. Foto: Ainhoa Díez

También deben ser accesibles y estar cerca de quien los necesite, “de ahí la importancia de crear una red como la de Barcelona o Bilbao [que se ha puesto en marcha este verano y cuenta con 131 espacios], para que uno no tenga que recorrer grandes distancias hasta llegar a un refugio”, señala Elvira Jimenez, coordinadora de adaptación al cambio climático en Greenpeace. Es en este punto donde Barcelona ha seguido una estrategia que ambas expertas recomiendan como modelo para otras ciudades que quieran iniciar su red. “Empezar por espacios públicos que ya existen y cuya transformación debería ser muy simple, como bibliotecas, centros cívicos, centros culturales… Después, empezar a abrir la oportunidad a otros espacios comunitarios o privados”, cuenta Ana Terra.

La bióloga de Greenpeace elogia especialmente la iniciativa de Barcelona de utilizar las escuelas. “Matan dos pájaros de un tiro. Por un lado, ha adecuado las escuelas, donde tienen población infantil, y, por otro, es un sitio que se repite en todos los barrios. Un punto de encuentro para las comunidades que es fácil de replicar”, cuenta Jiménez. Además de centros educativos la red incluye desde centros de día, bibliotecas, parques y universidades hasta museos o mercados.

El objetivo municipal es que en 2030 toda la población tenga un refugio a menos de cinco minutos a pie de su casa. Este año, según el Ayuntamiento, se ha conseguido que el 68% de los ciudadanos tengan un refugio climático a cinco minutos caminando desde su casa y el 98%, a diez minutos. Y, a pesar del cambio de alcaldía en la ciudad en 2023, el proyecto se ha mantenido.

“La puesta en marcha de una red de refugios requiere un enfoque integral y colaborativo de las diferentes áreas del consistorio. Una buena gobernanza, la búsqueda de espacios estratégicos y que dispongan de la infraestructura adecuada, la evaluación continua y una comunicación efectiva son elementos imprescindibles para el proyecto”. Así describen desde el Ayuntamiento de Barcelona el proceso de aprendizaje que resultó en la creación de la red. El resultado se recoge en un mapa oficial donde los ciudadanos pueden buscar los refugios más cercanos y acceder a ellos. Lo reproducimos aquí.

Las limitaciones: aún son desconocidos para muchos y un tercio cierra en agosto

“Ah, el otro día fui a un parque que tenía un cartelito, ¿es eso?”, pregunta Alberto Revilla, residente en Barcelona, cuando le preguntamos si ha ido a algún refugio climático. Una encuesta realizada en 2022 a 380 residentes de Barcelona señala que, como Alberto, el 85% no conocían la red de refugios climáticos. Un número que, según las encuestas del Ayuntamiento estarían aumentando: “En otoño de 2021 el grado de conocimiento era del 17,8%, en 2022 del 20,5% y en 2023 del 32,3%”.

Aunque muchos ciudadanos los utilizan sin ser conscientes, las expertas coinciden en que la comunicación es una tarea pendiente. Además de estar identificados en la entrada, recomiendan utilizar cualquier herramienta de la que dispongan los ayuntamientos, desde carteles hasta web, para que durante las temporadas de calor las personas sepan dónde pueden buscarlos. “Se viene hablando cada vez más de este concepto en los últimos dos años, pero no es algo que la ciudadanía tenga en mente”, indica Jiménez.

Quienes los conocen y utilizan valoran la iniciativa de forma positiva, pero todavía ven muchos aspectos de mejora. “Está bien recordar que hay espacios de libre acceso para el confort térmico, pero me cuesta verle la utilidad o las ventajas cuando esos espacios cierran por la noche o en agosto”, señala Andrea Arnal, periodista climática y vecina de Barcelona. De eso mismo se queja Pedro, vecino de 91 años que suele utilizar un centro para mayores del barrio El Poblenou: “Es un centro estupendo, pero hacen una cosa muy mal hecha: cierran por vacaciones. O sea, ¿aquí hay un letrero que dice que las personas mayores nos podemos refugiar del calor y en el mes de agosto cerráis?”. 

Cartel de refugio climático colgado en una biblioteca cerrada del distrito de Sant Martí en Barcelona. Foto: Ainhoa Díez

No solo en agosto, sino que en días festivos, muchos mercados, bibliotecas o centro cívicos también cuelgan el cartel de “tancat” y cuesta encontrar un refugio climático abierto.. En total, un tercio de los refugios cierran en el mes de agosto, 116 de los 360 espacios disponibles, según el análisis realizado por Maldita.es del registro proporcionado por el Ayuntamiento de Barcelona. Una proporción que ya habían señalado anteriormente El Periódico y el grupo municipal Junts.

Con estos cierres, la cantidad de barceloneses que tiene un refugio climático a menos de 10 minutos a pie de casa se reduce al 88% y a menos de 5 minutos a un 44%. Preguntados sobre esta limitación, desde el consistorio indican que “precisamente el programa ha buscado espacios diferentes para tener cubiertas las diferentes franjas horarias” y que “año tras año se ha ampliado la red para tener mejor cobertura horaria y territorial”.

Elvira Jiménez señala que otra condición indispensable es que sean espacios gratuitos para que tenga la capacidad de acceder a ellos la población más vulnerable, como quienes no se pueden permitir poner el aire acondicionado. En Barcelona la mayoría de refugios cumplen esta condición, pero las piscinas municipales forman parte de la red y, si bien cuentan con descuentos, no son gratuitas.

Hacerlos también atractivos

Un último reto es conseguir que resulten además atractivos para el público. Para Andrea Arnal, una de las claves está en promocionar los espacios menos conocidos, como escuelas o universidades: “Como usuaria, se me hace raro. Siento que pinto más en una tienda de ropa, una cafetería o en un parque”. Otro ejemplo son los museos. “Pero no te pueden forzar a hacer una actividad para entonces refugiarte del calor. Se puede habilitar un espacio dentro del museo para que actúe como refugio, pero no te pueden obligar a ver arte sólo para escapar del calor porque entonces no es un refugio”, matiza Jimenez.

Sería el caso del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). En el patio de entrada se ve el símbolo que lo identifica como refugio climático; antes de entrar a la sala de exposiciones, un espacio con sillas, mesas y enchufes sirve a un visitante para echarse la siesta. Ahora está algo vacío, pero “en julio y agosto sí que lo usa mucha gente”, comenta María, recepcionista en el museo. “Aunque no lo parezca, se informan de los refugios climáticos y vienen preguntando por ello”.

Un hombre duerme en el refugio climático habilitado en el CCCB. Foto: Ainhoa Díez

Si bien usuarias como Sara agradecen la iniciativa, echan de menos “que ofrezcan algo más que un espacio interior. Si no, quizá sea mejor poner árboles en la calle para que puedas estar en una plaza, precisamente en verano, que es cuando quieres estar fuera y no sustituir el salón de tu casa por el del CCCB”.

Los refugios climáticos son sólo una pieza del puzle en la adaptación de las ciudades al nuevo clima

Los refugios climáticos están creciendo por todo el mundo. Ciudades como Bilbao, Zaragoza y Murcia en España, o Buenos Aires en Argentina, Nueva York en Estados Unidos o la red de Santiago de Chile están siguiendo el ejemplo de Barcelona y se encuentran en proceso de crear una red de refugios. En otras, como Lisboa, el ayuntamiento no ha impulsado una red pero un ciudadano ha creado un mapa interactivo donde consultar los espacios para escapar del calor. Otra iniciativa ciudadana que, como en Madrid, surge ante la falta de respuesta de las instituciones

“Son acciones necesarias y creo que pueden cambiar vidas pero, claro, no son suficientes. Deberían ser una pieza de este puzle que es la adaptación al cambio climático en las ciudades. Son una medida de emergencia”, explica Ana Terra. De hecho, forman parte del plan Barcelona Por el Clima, que incluye otra serie de actuaciones encaminadas a proteger a la población del calor, como el programa de supermanzanas que pretende aumentar las zonas verdes en la ciudad y reducir el uso de coches.

Un hombre lee un libro en un patio lleno de árboles. Foto: Ainhoa Díez

La ventaja de los refugios climáticos sobre el resto es que se puede implementar y replicar fácilmente desde las instituciones públicas, ya que parte de reutilizar edificios y lugares que ya existen. Además, beneficia especialmente a las personas más vulnerables, como aquellas sin aire acondicionado, que no pueden pagar la factura de la luz, personas mayores o sin hogar. Pero el objetivo último debería ser disminuir la temperatura de las ciudades en su conjunto y reducir el efecto de las islas de calor urbanas, según coinciden las expertas y las ciudadanas consultadas.

Para ello es necesario reducir el asfalto, aumentar las zonas verdes y el arbolado. En esta dirección van iniciativas como la que inició la Universidad Politécnica de Milán en 2018, que pretende plantar 3 millones de árboles para 2030. Una medida que a largo plazo podría reducir la temperatura hasta 10 ºC a la par que mitigar la contaminación del aire.

Estas estrategias, aunque ambiciosas, no sólo pueden reducir la temperatura de las ciudades en el sur de Europa, sino que la Organización de Naciones Unidas los considera indispensables para mejorar la salud de la población en las áreas urbanas. “Hay que acabar por transformar realmente los municipios y, sobre todo, romper también las barreras de desigualdad que hay en relación a las posibilidades de adaptación”, concluye Jiménez. Los refugios son sólo un primer paso en esa dirección

Ciudades resilientes al calor

Este reportaje forma parte de una investigación internacional en la que han colaborado Maldita.es (España), Mensagem de Lisboa (Portugal) y Slow News (Italia). El proyecto se centra en analizar las soluciones que están aplicando tres ciudades europeas para reducir el impacto del aumento de las temperaturas en la salud de la población.

En tres reportajes analizamos en profundidad el problema compartido de las altas temperaturas en Madrid, Lisboa y Milán y en otros tres artículos exploramos la red de refugios climáticos de Barcelona, el mapeo de los refugios en Lisboa y la reforestación urbana en Milán. En cada artículo analizamos la eficacia de la solución, sus limitaciones y su replicabilidad en otras ciudades.

Este reportaje se ha desarrollado gracias al apoyo de Journalismfund Europe.

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